Thursday, February 29, 2024

All That We Share_advertising



As  this Danish TV ad opens, Danes file quietly onto a soundstage, stepping into outlined areas on the floor — areas meant to define them. "The High Earners" versus "Those Just Getting By." "Those We Trust" versus "Those We Try To Avoid." Lifelong Danes, versus those new to Denmark. Divisions you will find not just in Denmark, but in any country on Earth.

However, a man begins to ask questions: "Who in this room was the class clown?", "Who are stepparents?", "How many of you love to dance?" Quickly, the "Us versus Them" narrative falls apart. People begin to step out of their so-called defining boxes. It's a heartwarming reminder that our perceived labels do not define us. If we look below the surface, we can find common ground with those we perceive as most different to ourselves.

A jewel of an advert and a moving tribute to a small great country. Advertising can indeed help make a better world.

1 comment:

Fernando Aramburu said...

Por imperativos de la trama, el escritor Raúl Guerra Garrido tituló una de sus novelas Copenhague no existe. Va de un hombre maduro que, tras perder a su mujer y sus hijos, trata de rehacer su vida lo mismo que la España de su tiempo trataba de enderezar la suya al término de aquel periodo largo denominado franquismo. El caso es que Copenhague sí existe y no sólo en la novela de Guerra Garrido, autor de mérito de quien uno cree que debería recibir mayor atención. Pero, a lo que iba. Es una lástima no haber sido contemporáneo de fray Luis de León. Debido a esta circunstancia, nunca pude referirle al venerable agustino que no es precisa la reclusión estricta en lugar campestre para huir del mundanal ruido; que está acción es factible en poblaciones donde, a causa de algún truco de magia educativa, se tiene por norma la urbanidad. Le contaría que mis ojos vieron tan grata cosa en una ciudad del Reino de Dinamarca llamada Copenhague, adonde, a diferencia del personaje de Guerra Garrido, sólo me llevó la expectativa modesta de disfrutar de la tranquilidad y el frío. No todo ha de ser playa abarrotada y barahúnda festiva. ¡Qué hermosa y sanadora idea pasar alguna vez en la vida unos días de asueto entre gentes apacibles! Unos días en los que no se le claven a uno en los tímpanos ninguna conversación a gritos, ningún bocinazo de conductor pulguillas ni el carraspeo estruendoso de una motocicleta a las tres de la madrugada. Leí, por si acaso, unas instrucciones para moverme por la tranquila Copenhague. Supe que no se estila la propina, ya incluida en el precio, y que se aprecia más la gratitud que la moneda en el platillo. Conocí el hygge, que es gozar de la felicidad cotidiana en una atmósfera caldeada, con luz de velas, en agradable intimidad. Fuera, en la calle, había banderas solidarias de Ucrania, ya que, para bien o para mal, el mundo también existe.