Tuesday, March 27, 2012

B2 Prepositions

Fill in the gap with the correct preposition.

1. We requested an answer __________ them, but so far they haven’t replied.

2. Her refusal __________ show her ID made the police officer even madder.

3//4. The lady wasn’t happy __________ the deal I offered her and insisted __________ speaking to the manager.

5//6 -How did Mary succeed __________ winning the race?

- __________ taking a shortcut!

7//8//9. I’m fed up __________ this kind of work. In fact, I need a complete change __________ lifestyle. The only problem is that I don’t know how to go __________ it!

10. __________ some of the teachers, there was strong dissatisfaction after the administration proposed to have exams on Saturday.

11. Both sides finally reached some sort of compromise __________ some of the most conflictive issues.

12//13. Tommy and Timmy jumped up and down __________ excitement when Helen said she was going to take them __________ the trip.

14. It was John’s dependency __________ his best friend that eventually destroyed his marriage.

15//16. I hate to remind you __________ this, but I always said you couldn’t rely __________ her.

Sunday, March 25, 2012

La ciberdiva que nos pide desconectar

Encandiló al mundo digital hablando maravillas de las relaciones entre humanos y ordenadores. Ahora la psicóloga y socióloga del MIT Sherry Turkle ve con horror el enganche constante a una pantalla. Y la siguen aplaudiendo. 

Un reportaje de Barbara Celis para El País Semanal, 25 de marzo de 2012 

Hubo un tiempo en que la cocaína se utilizaba casi como si fuera una aspirina. Freud la recomendaba con fervor, los médicos se la recetaban a los niños e incluso fue uno de los componentes originales de la Coca-Cola. Pasaron décadas hasta que el mundo entendió lo nociva que era para la salud. Y del mismo modo que la sociedad despertó ante los efectos de aquel químico, la psicóloga del Massachusetts Institute of Technology (MIT) Sherry Turkle se atreve a proclamar que nuestra historia de amor con teléfonos inteligentes, ordenadores y tabletas tiene que cambiar. “De lo contrario, estamos perdidos. Cada vez esperamos más de la tecnología y menos de los humanos. Nos sentimos solos, pero nos asusta la intimidad. Estamos conectados constantemente. Nos da la sensación de estar en compañía sin tener que someternos a las exigencias de la amistad, pero lo cierto es que pese a nuestro miedo a estar solos, sobre todo alimentamos relaciones que podemos controlar, las digitales. Pero aún estamos a tiempo de cambiar esa convivencia con la tecnología. Tenemos que volver a aprender el valor de la soledad”.

¿Cómo explicárselo a los adolescentes, que envían de media 3.000 mensajes de texto al mes? ¿O a sus padres, que aprovechan para contestar e-mails entre tostada y café mientras desayunan con sus hijos y los ignoran tecleando sobre su móvil? La tarea no es fácil, pero hay que empezar por algún sitio, y Turkle comenzó hace un mes atacando desde lo más alto: las conferencias TED. En esa iglesia simbólica donde la tecnología se venera como a un dios y frente a un auditorio en el que estaban desde el fundador de Twitter, Biz Stone, hasta el de Amazon, Jeff Bezos, pasando por Melinda Gates y cientos de personalidades del planeta Silicon Valley, Sherry Turkle se atrevió a decirles alto y claro: “Apaguen sus teléfonos y empiecen a vivir”. Y sorprendentemente, después de la conferencia de 20 minutos del pasado 1 de marzo, en la que explicó el daño emocional que provoca la esclavitud a la que nos hemos autosometido bajo el látigo de iPhones y blackberries, Turkle recibió uno de los mayores aplausos de su carrera.

Psicóloga y socióloga, con dos doctorados en Harvard y profesora desde hace 30 años en el MIT, esta mujer elegante y serena nacida en Brooklyn hace 64 años publicó en 2011 el libro Alone together, que podría traducirse como Solos en compañía, un título que puede interpretarse de muchas formas, pero que alude a ese mal del que ella habla: "estar solos bajo la ficción de compañía que da la conectividad constante". Se trata de la misma mujer que en 1994 escribió el libro The second self, en el que reflexionaba sobre nuestra relación con los primeros ordenadores, que ella veía como máquinas maravillosas que nos proporcionaban nuevas identidades en las que reflejarnos.

Llama la atención que esta psicóloga, que hoy predica la contención de nuestro uso de gadgets, sea la misma que hace 15 años se convirtió en ciberdiva tras publicar el ya clásico Life on the screen, donde presagiaba con optimismo el efecto terapéutico que tendría sobre el ser humano nuestra interacción con Internet, los robots y los ordenadores. “Como psicóloga fue un momento fascinante. Comenzaban los primeros chats, los primeros juegos y comunidades virtuales. Podías tener múltiples personalidades, ser hombre, mujer… pero siempre en un ámbito anónimo, y eso permitía muchísima libertad. Fue un momento de experimentación fabuloso y yo era muy optimista respecto a los efectos positivos que tendría en nuestra psique”. Corría el año 1995, y Turkle se convirtió con ese libro en una de las gurús tecnológicas de la época, ocupando la portada del la revista Wired, que en los años noventa aún era la biblia digital.

“Pero entonces no fui capaz de ver que nuestra vida real se vería truncada por nuestra existencia digital. Creía que entraríamos en Internet y lo que aprenderíamos dentro nos ayudaría a mejorar nuestra vida fuera, que nuestras experiencias digitales enriquecerían nuestra vida real, pero siempre entrando y saliendo de ella. No entendí que el futuro consistiría en vivir constantemente en simbiosis con un ordenador encendido: el móvil”, y señala el iPhone con el que la periodista graba la entrevista.

La prueba más evidente de sus temores actuales le llegaba un día después de su conferencia en TED. Sentada en el Performance Arts Center de Long Island, donde se celebraba el encuentro, Turkle se declaraba impotente: “Ha venido a felicitarme mucha gente, pero todos con el móvil en la mano. Interrumpían su sesión de e-mails para hablar conmigo un minuto y después regresaban a sus aparatos. Aquí hay algunas de las mentes más sofisticadas y brillantes del planeta, han pagado miles de dólares por venir y ¡se dedican a contestar e-mails y a colgar fotos en Facebook en vez de hablar entre ellos!”.

Lo cierto es que en el siglo XXI resulta casi imposible mantener una conversación sin que nuestro interlocutor nos coloque en modo pausa para mirar su e-mail, enviar un mensaje o responder a una llamada. Y aunque eso parece haberse convertido en la norma universalmente aceptada, cabe preguntarse qué habría de normal si cada uno de nosotros llevara una televisión a cuestas y cada diez minutos la encendiera para ver qué emiten.

Turkle no niega las ventajas prácticas que nos ofrece, por ejemplo, tener e-mail o Skype en nuestros teléfonos, sobre todo cuando la familia está lejos o viajas por trabajo. Solo critica la relación que mantenemos con esa accesibilidad tan grande. Después de pasar 15 años estudiando cómo niños, adultos y ancianos interactúan con robots experimentales y comerciales, y tras observar en su propia casa la relación con la tecnología de su hija Rebecca, de 21 años, a quien dedica su nuevo libro, Alone together, Turkle alerta: “Esos teléfonos que tenemos en nuestros bolsillos cambian nuestra mente y nuestro corazón porque nos ofrecen tres fantasías muy gratificantes: podemos tener atención constante, siempre va a haber un foro en el que ser escuchado y nunca tendremos que estar solos. Las dos primeras necesidades se satisfacen a través de las redes sociales, pero la tercera es la que nos está llevando a situaciones emocionales de graves consecuencias”.

Para escribir Alone together, Turkle realizó 450 entrevistas y estudió con particular atención a los adolescentes. Estos, dice, se esconden tras una pantalla y no saben relacionarse. “Psicológicamente es fundamental aprender a conversar, a negociar, a sentir empatía, a pedir perdón. Hemos criado una generación que no es capaz de pedir perdón. No es lo mismo pelearte con un amigo y enviarle un SMS o un mensaje en Facebook y seguir con tus cosas que sentarte frente a él, sudar, sufrir y decir: ‘Lo siento’. A su vez, quien lo escucha también siente, y perdona, o se enfada, pero siente. Es doloroso y complicado, pero es fundamental. Es la manera en la que aprendemos a construir relaciones humanas”.

A lo largo de sus investigaciones, que han incluido observar la relación de los niños con sus tamagotchis o de ancianos con focas-robot (llamadas Paro) para ver qué tipo de respuesta emocional tienen los humanos ante las máquinas, Turkle ha llegado a una conclusión que no solo afecta a los jóvenes, sino a gente de 40, 50 y hasta 70 años que pese a esa brecha generacional que se vaticinó hace años es hoy tan adicta a su existencia digital como un adolescente: “Ya no sabemos estar solos, y la soledad es importantísima. Es necesaria para reflexionar, para concentrarse, para retener conocimientos, para conocernos… Nuestro uso compulsivo de los teléfonos móviles y de los ordenadores responde a nuestra incapacidad de estar solos. Pero lo preocupante es que la gente parece esperar más amor de las máquinas que de las personas. Conlleva menos riesgos: amor, amistad, trabajo, que se puede controlar desde la punta del dedo, sin las complicaciones de una relación cara a cara”.

“Cada vez más gente se cuestiona si tiene sentido estar conectado y disponible 24 horas al día. Las mejores mentes de mi generación pasan el 90% de su tiempo de trabajo contestando e-mails. ¿Te das cuenta de la pérdida intelectual que eso supone? Llevamos solo 15 años conviviendo con Internet, seguimos en pañales en cuanto a nuestra existencia tecnológica, por eso confío en que aún cambiará muchas veces nuestra forma de relacionarnos con la tecnología”. Turkle explica que entró a trabajar en el MIT porque le fascinó el mundo de la inteligencia artificial. “Pero hay que ponerle límites a la tecnología. Crear espacios libres, como la cocina o el dormitorio. Es importante enseñárselo a nuestros hijos. Crear horarios para contestar al e-mail, respetar nuestros momentos de intimidad con la gente apagando el teléfono. Por encima de todo, creo que hay que hacer una fuerte campaña a favor de la soledad. Ahora es lo que nuestra sociedad necesita con más urgencia”.

Saturday, March 24, 2012

Insumisos de las redes sociales

Ni muros, ni tuits, ni tuentis ni whatsapps. En la era de la hiperconexión todavía muchos prefieren comunicarse a la vieja usanza, con llamadas, algún e-mail y, sobre todo, cara a cara. No son legión, pero tampoco un puñado de tecnófobos. En España un 9% de internautas entre 16 y 45 años pasa olímpicamente de las redes sociales y un 56% de la población aún no lleva smartphone.Usan Internet para casi todo salvo para lo que hace la mayoría, conectarse al Facebook.

Alba García, de 26 años, es un buen ejemplo: joven, preparada y protecnología. Es arquitecta, hizo un máster y ahora trabaja para un despacho de arquitectura en Tarragona. “Hablo con mi jefe por Skype, tengo un iPod, escucho música en Grooveshark y almaceno archivos en Dropbox. Utilizo Internet para comprar e informarme, pero las redes sociales ni las toco. Si un amigo me quiere enseñar sus fotos ya sabe mi número, quedamos personalmente”.

Pese a ser la red social dominante, Facebook alimenta a un nutrido grupo de detractores que lo considera una perfecta pérdida de tiempo. Un 85% de internautas españoles mantiene cuenta activa, pero el 15% restante, según The Cocktail Analysis, no la usa, se ha dado de baja o ni siquiera ha llegado a entrar. “La gente va a Facebook básicamente a cotillear, a ver qué dice uno o cuelga el otro. No me gusta pertenecer a este movimiento, no lo necesito, vivo igual de feliz sin ello”, dice Alba.

Según Felipe Romero, socio director de The Cocktail Analysis, hay un componente sociológico que explica en parte esta actitud. “A muchos les gusta ir en contra de las modas, de lo popular y de lo mainstream”. ¿Insumisos digitales? “En cierta manera sí, aunque hay varios tipos. Unos acaban entrando de forma muy controlada, con precaución y otros optan por quedarse fuera para siempre”. Alba es del segundo grupo: “Me declaro insumisa 100%”, sonríe con orgullo.

Elsa Goñi, de 33 años, licenciada en derecho y responsable de un hotel en una de las principales cadenas españolas, más que a la rebeldía apunta a la escasa utilidad. “Probé Facebook hace tiempo, no me gustó, me daba la sensación de estar perdiendo el tiempo y cancelé la cuenta. Además, me paso ocho horas delante de un ordenador en el trabajo y lo último que me apetece es llegar a casa y sentarme frente a una pantalla”, dice. Es la principal razón de abandono de las redes sociales: uno de cada cuatro internautas españoles entre 16 y 45 años no les ve utilidad.

“Me considero más bien una objetora de conciencia digital. Reconozco el valor de la tecnología, la uso, pero no considero necesario estar constantemente conectado. Si ocurre una noticia, ¿qué más da enterarse ahora que dentro de tres horas? Twitter y otras redes nos han creado una necesidad. Resulta que ahora cualquier tontería es noticia”, dice Goñi...

En España, una de cada tres personas con cuenta en Tuenti no la usa o se ha dado de baja. En Twitter es casi el 40% y en LinkedIn más de la mitad. Google+ presenta las peores cifras: 6 de cada 10 registros son inactivos y un 20% del total de internautas entre 16 y 45 años ni siquiera la conoce.

El temor por perder la privacidad aleja a otros de estas páginas. Ignacio Villanueva, de 41 años, jefe de proyecto en una consultora, reconoce que nunca se ha dado de alta en una red social, pero si lo hiciera jamás volcaría allí sus fotos ni publicaría información personal.

“Cuando te metes aceptas sus normas, tu vida privada pasa a su disposición y utilizan esa información para venderte de todo. La gente no es consciente”, dice Villanueva. El 26% de los internautas españoles que no utiliza su cuenta de Facebook lo hace precisamente por miedo a perder la intimidad. Hace poco el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, volvió a cambiar la política de privacidad. Y van unas cuantas.

Pese a las reticencias, la popularidad de las redes sociales no ha dejado de aumentar. De hecho España es el tercer país del mundo que más las utiliza a diario. En 2008 el 45% de internautas españoles tenía cuenta activa, ahora es un 91%. La duda es saber si han tocado techo, predecir cómo se comportarán los que ya están dentro y qué harán los que han preferido no entrar...

Los teléfonos inteligentes han supuesto un boom en la conexión a Internet y a las redes sociales sobre la marcha, pero no para todos. Elsa Goñi se niega a comprar uno. “La gente a mi alrededor se pasa el día colgada del móvil; no lo veo saludable. Y ahora con Whatsapp, peor. Caeré, en cuanto se me muera el Nokia no hay otra opción, pero lo utilizaré lo justo”.

España es uno de los países con mayor penetración mundial de smartphones, un 44% de la población tiene uno. Gema García, de 42 años, administrativa en una multinacional, no está en ninguna red social, pero sí se ha comprado un smartphone, un Samsung Galaxy. “Lo utilizo para mirar mi cuenta bancaria, leer noticias y acceder al e-mail, pero desde luego no para las redes sociales, no me interesan”.

, El País, sábado 24 de marzo de 2012

Monday, March 19, 2012

B2 The "worth" structures

The "be + worth + -ing" structures To talk about the value of an activity, we can use an -ing form with worth. Worth can be used in two structures: 1. As the -ing clause cannot be the subject, we use the preparatory it as subject (or its almost symmetrical alternative): It is not worth getting upset (= getting upset is not worth it/worthwhile). I live a short walk from here, so it's not worth taking a taxi (= taking a taxi is not worth it/worthwhile). It isn't worth repairing your old car. 2. We can also use a structure in which the object of the -ing form is made the subject of the sentence: Your old car isn't worth repairing. What was the film like? Was it worth seeing? The Greek Islands are definitely worth visiting. I believe the welfare state is definitely worth fighting for. Practise this second structure and conjugate the following examples: the Prado Museum/ visit Amenábar's latest film/ see Stieg Larsson's Millennium trilogy/ read tonight's football match on TV between Huesca and Alcoyano/ watch 'Big Brother' TV show/ watch

Thursday, March 15, 2012

B2 especially or specially?

Used in front of an adjective, especially and specially mean the same: especially useful = specially useful. Used in other positions, they differ in meaning. We use especially to indicate that what we are saying applies more to one thing or situation than to others (=sobre todo): Double ovens are a good idea, especially if you are cooking several meals at once. We use specially + Past Participle to say that something is done or made for a particular purpose (=especialmente): Her dress was specially designed for her 40th birthday.

Wednesday, March 14, 2012

as/like

Both as and like are used for comparison. 
Like is a preposition and is followed by a noun, a pronoun or a gerund: He is just like his brother. It felt like being home again. 
As is a conjunction and is followed by a verb or by a clause: I want to be able to dance sevillanas well, as you do. I would like to go on a round-the-world trip, as my uncle did. 
In some cases, as is used for the real case and like is used for an unreal comparison: My sister works as a shopkeeper. She gets up at 6 am every day and works till 9 pm. She works like a slave!

Exercise. Complete each blank space with as or like, and learn two new feel-good, idiomatic expressions: While studying for his finals, Tommy smoked _____ a chimney, and, _____ one would expect, he developed a nasty cough and slept very badly. But he worked _____ a demon for the first time in his life (_____ many other students) and passed his exams with flying colours. When he heard the good news, he danced round in delight _____ would a happy child, and decided to give up smoking. _____ soon _____ he did so, his cough disappeared and he slept _____ a log. Now he has the occasional cigarette, but he never smokes _____ much _____ he did _____ a student, and he feels _____ fit _____ a fiddle!