Monday, March 16, 2015

Captain Zaida Cantera, a Woman of Courage

Spanish Captain Zaida Cantera has fought sexual abuse and defied machismo in the Spanish army. She is a contemporary freedom fighter of Spain's young democracy and has set an example of dignity and integrity for generations to come. 

Monday, March 09, 2015

Cashback_short film

In the short film Cashback, Ben is an art college student in London, whose imagination runs wild as he works the late-night shift at the local supermarket. What do he and his colleagues do to pass the long, endless hours of the night? Written and directed by Sean Ellis (UK, 2006). (With Spanish subtitles.) 18 min.

Sobre los diccionarios


Gabriel García Márquez
Tenía cinco años cuando mi abuelo el coronel me llevó a conocer los animales de un circo que estaba de paso en Aracataca. El que más me llamó la atención fue una especie de caballo maltrecho y desolado con una expresión de madre espantosa. "Es un camello," me dijo el abuelo. Alguien que estaba cerca le salió al paso. "Perdón, coronel," le dijo. "Es un dromedario." Puedo imaginarme ahora cómo debió sentirse el abuelo de que alguien lo hubiera corregido en presencia del nieto, pero lo superó con un pregunta digna:
–¿Cuál es la diferencia?
–No la sé le dijo el otro, pero éste es un dromedario.
El abuelo no era un hombre culto, ni pretendía serlo, pues a los catorce años se había escapado de la clase para irse a tirar tiros en una de las incontables guerras civiles del Caribe, y nunca volvió a la escuela. Pero toda su vida fue consciente de sus vacíos, y tenía una avidez de conocimientos inmediatos que compensaban de sobra sus defectos.
Aquella tarde del circo volvió abatido a la casa y me llevó a su sobria oficina con un escritorio de cortina, un ventilador y un librero con un solo libro enorme. Lo consultó con una atención infantil, asimiló las informaciones y comparó los dibujos, y entonces supo él y supe yo para siempre la diferencia entre un dromedario y un camello. Al final me puso el mamotreto en el regazo y me dijo:
–Este libro no sólo lo sabe todo, sino que es el único que nunca se equivoca.
Era el diccionario de la lengua, sabe Dios cuál y de cuándo, muy viejo y ya a punto de desencuadernarse. Tenía en el lomo un Atlas colosal, en cuyos hombros se asentaba la bóveda del universo. "Esto quiere decir dijo mi abuelo– que los diccionarios tienen que sostener el mundo." Yo no sabía leer ni escribir, pero podía imaginarme cuánta razón tenía el coronel si eran casi dos mil páginas grandes, abigarradas y con dibujos preciosos. En la iglesia me había asombrado el tamaño del misal, pero el diccionario era más grande. Fue como asomarse al mundo entero por primera vez.
–¿Cuántas palabras habrá? pregunté.
–Todas dijo el abuelo.
La verdad es que en ese momento yo no necesitaba de las palabras, porque lograba expresar con dibujos todo lo que me impresionaba. A los cuatro años dibujé al mago Richardine, que le cortaba la cabeza a su mujer y se la volvía a pegar, como lo habíamos visto la noche anterior en el teatro. Una secuencia gráfica que empezaba con la decapitación a serrucho, seguía con la exhibición triunfal de la cabeza ensangrentada, y terminaba con la mujer, que agradecía los aplausos con la cabeza otra vez en su puesto. Las historietas gráficas estaban ya inventadas pero las conocí más tarde en el suplemento en colores de los periódicos dominicales. Entonces empecé a inventar historias dibujadas sin diálogos, porque aún no sabía escribir. Sin embargo, la noche en que conocí el diccionario se me despertó tal curiosidad por las palabras, que aprendí a leer más pronto de lo previsto. Así fue mi primer contacto con el que había de ser el libro fundamental en mi destino de escritor.
Un gran maestro de música ha dicho que no es humano imponer a nadie el castigo diario de los ejercicios de piano, sino que éste debe tenerse en la casa para que los niños jueguen con él. Es lo que me sucedió con el diccionario de la lengua. Nunca lo vi como un libro de estudio, gordo y sabio, sino como un juguete para toda la vida. Sobre todo desde que se me ocurrió buscar la palabra amarillo, que estaba descrita de este modo simple: del color del limón. Quedé en las tinieblas, pues en las Américas el limón es de color verde. El desconcierto aumentó cuando leí en el Romancero Gitano de Federico García Lorca estos versos inolvidables: En la mitad del camino cortó limones redondos y los fue tirando al agua hasta que la puso de oro. Con los años, el diccionario de la Real Academia –aunque mantuvo la referencia del limón– hizo el remiendo correspondiente: del color del oro. Sólo a los veintitantos años, cuando fui a Europa, descubrí que allí, en efecto, los limones son amarillos. Pero entonces había hecho ya un fascinante rastreo del tercer color del espectro solar a través de otros diccionarios del presente y del pasado. El Larousse y el Vox –como el de la Academia de 1780– se sirvieron también de las referencias del limón y del oro, pero sólo María Moliner hizo en 1976 la precisión implícita de que le color amarillo no es el de todo el limón sino sólo el de su cáscara. Pero también ella había sacrificado la poesía del diccionario de autoridades, que fue el primero de la Academia en 1726, y que describió el amarillo con un candor lírico: Color que imita el del oro cuando es subido y a la flor de la retama cuando el bajo y amortiguado. Todos los diccionarios juntos, por supuesto, no le daban a los tobillos al más antiguo, compuesto por don Sebastián de Covarrubias, que había ido más lejos que ninguno en propiedad e inspiración para identificar el amarillo: Entre las colores se tiene por la mas infelice, por ser la de la muerte y de la larga y peligrosa enfermedad, y la color de los enamorados.
Estos escrutinios indiscretos me llevaron a comprender que los diccionarios rupestres intentaban atrapar una dimensión de las palabras que era esencial para el buen escritor: su significado subjetivo. Nadie lo sabe tanto como los niños hasta los cinco años y los escritores hasta los cien. Los sabores, los sonidos y los olores son los ejemplos más fáciles. Hace muchos años me despertó a media noche la voz de un cordero amarrado en el patio, que balaba en un tono metálico de una regularidad inclemente. Uno de mis hermanos menores, deslumbrado por la simetría del lamento, dijo en la oscuridad: "Parece un faro." Una tisana hecha con hierbas viejas tenía el sabor inconfundible de una procesión de Viernes Santo. Cuando al Che Guevara le dieron a probar la primera gaseosa que se hizo en Cuba para sustituir el refresco del Cuba Libre, dijo sin vacilar ante las cámaras de televisión: "Sabe a cucaracha." Más tarde, en privado, fue más explícito: "Sabe a mierda." ¿Cuántas veces hemos tomado un café que sabe a ventana, un pan que sabe a baúl, un arroz que sabe a solapa y una sopa que sabe a máquina de coser? Un amigo probó en un restaurante unos espléndidos riñones al jerez, y dijo, suspirando, "¡Sabe a mujer!." En un ardiente verano de Roma tomé un helado que no me dejó la menor duda: sabía a Mozart.
Creo que este género de asociaciones tiene mucho que ver con las diferencias entre un buen novelista y otro que no lo es. En cada palabra, en cada frase, en el simple énfasis de una réplica puede haber una segunda intención secreta que sólo el autor conoce. Su validez tendrá que ser distinta de acuerdo con quien la lea y según su tiempo y su lugar. Cada escritor escribe como puede, pues lo más difícil de este oficio azaroso no es sólo el buen manejo de sus instrumentos, sino la cantidad de corazón que se entregue en el único método inventado hasta ahora para escribir, que es poner una letra después de la otra.
Para resolver estos problemas de la poesía, por supuesto, no existen diccionarios, pero deberían existir. Creo que doña María Moliner, la inolvidable, lo tuvo muy en cuenta cuando se hizo una promesa con muy pocos precedentes: escribir sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario de uso del español. Lo escribió en las horas que le dejaba su empleo de bibliotecaria y el que ella consideraba su verdadero oficio: remendar calcetines. Lo que quería en el fondo era agarrar al vuelo todas las palabras desde que nacían. "Sobre todo las que encuentro en los periódicos según dijo en una entrevista, porque allí viene el idioma vivo, el que se está usando, las palabras que tienen que inventarse al momento." En realidad, lo que esa mujer de fábula había emprendido era una carrera de velocidad y resistencia contra la vida. Es decir: una empresa infinita, porque las palabras no las hacen los académicos en las academias, sino la gente en la calle. Los autores de los diccionarios las capturan casi siempre demasiado tarde, las embalsaman por orden alfabético, y en muchos casos cuando ya no significan lo que pensaron sus inventores.
En realidad, todo diccionario de la lengua empieza a desactualizarse desde antes de ser publicado, y por muchos esfuerzos que hagan sus autores no logran alcanzar las palabras en su carrera hacia el olvido. Pero María Moliner demostró al menos que la empresa era menos frustrante con los diccionarios de uso. O sea, los que no esperan que las palabras les lleguen a la oficina, sino que salen a buscarlas, como es el caso de este diccionario nuevo que me ha llegado a las manos todavía oloroso a madera de pino y tinta fresca.
Y cuyo destino podría ser menos efímero que el de tantos otros, si se descubre a tiempo que no hay nada más útil y noble que los diccionarios para que jueguen los niños desde los cinco años. Y también, con un poco de suerte, los buenos escritores hasta los cien.
(Prólogo al diccionario Clave, publicado por la Editorial SM en 2000)

B2 Word Order of Adjectives

When more than one adjective is used in front of a noun, the usual order is as follows: qualitative adjective + colour adjective + classifying adjective:

a little white wooden house
rapid technological advance
a large circular pool of water
a necklace of blue Venetian beads


However, non-gradable adjectives indicating shape, such as "circular" and "rectangular", often come in front of colour adjectives, even though they are classifying adjectives:

the rectangular grey stones
the circular yellow patch on the lawn


ORDER OF QUALITATIVE ADJECTIVES
The order of qualitative adjectives is normally as follows:
opinions - size - quality - age - shape

We shall have a nice big garden with two apple trees.
It had a beautiful thick fur.
I saw big, shiny beetles.
He had long curly hair.
She put on her dirty old fur coat.


ORDER OF CLASSIFYING ADJECTIVES
If there is more than one classifying adjective in front of the noun, the normal order is: 
age - shape - nationality - material

a medieval French village
a rectangular plastic box
an Italian silk jacket


Other types of classifying adjectives usually come after a nationality adjective:

the Chinese artistic tradition
the American political system


In short, we usually put the more precise adjective nearest the noun that follows it but it is not always easy to decide which is more precise. Use the following table as a guide for reference on adjective order.

1. both, all, half
2. the

3. Ordinal number: first, last
4. Cardinal number: one, three
5. Opinions or general judgement: good, bad, nice, ugly
6. Size or measurement: big, tall, short
7. Physical characteristics: beautiful, slim, little
8. Mental characteristics: intelligent, stupid, smart
9. Age or temperature: old, young, hot
10. Shape: round, square, rectangular
11. Colour: red
12. Verb participle form: carved, boiling, drunk
13. Material: wooden, plastic, silk
14. Nationality or origin: French, Mediterranean, Southern
15. Nouns used as adjectives: steel, cigarette, village

You are not likely to want to use many of these adjectives together, but here are some examples to show how this table works:

All the first three runners received a prize. (1,2,3,4)
The beautiful, intelligent girl fell in love with the nice tall young man. (7,8/5,6,9)
There was a round red mark on the carved wooden cupboard. (10,11/12,13)
He bought him a lovely Italian silk tie. (5,14,15)

Sunday, March 01, 2015

London's planned SkyCycle


Plans to build a network of cycle paths high above the streets of London are being put forward for consultation. SkyCycle is a 136-mile (219 km) route, with the first phase, proposed from east London to Liverpool Street Station, costing more than £200m. If approved, the 10 routes would be built above existing rail lines and would take about 20 years to complete. 

Sir Norman Foster, the architect who designed London's Gherkin tower, has been working with Exterior Architecture and Space Syntax on the concept since 2012. He said cycling was one of his great passions, particularly with friends. "I believe that cities where you can walk or cycle rather than drive are more congenial places in which to live," he said.

"SkyCycle is a lateral approach to finding space in a congested city. By using the corridors above the suburban railways, we could create a world-class network of safe, car free cycle routes that are ideally located for commuters." He said early studies of a SkyCycle system indicated that it provided capacity at a much lower cost than building new roads and tunnels.

Almost six million people live within the catchment area of the proposed network. Almost three million people live and work within 10 minutes of a proposed SkyCycle entrance. Each route can accommodate 12,000 cyclists per hour. SkyCycle is expected to improve cycling journey times by up to 29 minutes. Between 2006 and 2011 the number of cycling casualties on the roads rose by half.



Luciano Rosso_lip-dubbing

Argentinian artist and dancer Luciano Rosso offers his awesome, lip-dubbing rendition of Freddie Mercury's timeless classic "Somebody to Love". Unmissable!