Tuesday, December 27, 2016

Ficciones de televisión recomendadas para hacer oído y aprender inglés

Entender una película o una serie en versión original puede a veces ser un tormento. Pero no hay que desesperar. Un comunicador, un escritor, una cantante, un profesor, un catedrático y este bloguero recomiendan emisiones para iniciarse o perfeccionar el inglés.

Jorge Carrión, autor de Teleshakespeare. "Yo recomendaría la última temporada de Homeland , porque, al pasar en Berlín, con personajes norteamericanos y alemanes, puede verse la diferencia entre acentos autóctonos y extranjeros. Es importante educar el oído en esos contrastes. En series como Mad Men o Suits , por ejemplo, los personajes británicos subrayan una distancia fonética que también existe entre los personajes norteamericanos que provienen de estados o clases sociales distintas. En El ala oeste de la Casa Blanca hablan muy rápido. Es solo para quienes tengan voluntad de perfeccionamiento".

Michael Robinson, exfutbolista y comunicador. "Para empezar, opto por algo muy básico como Barrio Sésamo. Hay otra muy buena llamada Luther, que trata sobre un policía que a veces recurre a técnicas no muy honradas para conseguir buenos fines y que también aconsejo ver. Aunque, sin ninguna duda, lo ideal sería aprender con los informativos de la BBC, que ofrecen el inglés más correcto y la mejor pronunciación posibles. Para los que presumen de saber inglés y querer perfeccionarlo, les pediría que vieran la serie de la BBC Only Fools and Horses que trata de dos hermanos que trabajan en un mercadillo de Londres. Usan todo el tiempo el dialecto cockney. Consiste en reemplazar una palabra que se usa normalmente por otra que forma parte de una frase hecha con la que rima. Algo muy complicado. Si son capaces de entenderlo, dominarán el inglés." 
Nick Flynn, responsable del área de idiomas de la carrera de Derecho de Esade. "Lo mejor son series cortas como Modern Family y Como conocí a vuestra madre. Puedes mirar mil horas de vídeo y no aprender nada, es decir, rendimiento cero. Pero si te centras en emisiones más breves, la manera de escuchar es muy diferente. Yo creo que se podrían ver los capítulos una primera vez para pasarlo bien y después elegir una escena y escucharla las veces que haga falta para entender todo. Te fijarás en las palabras que no acabas de comprender bien y esto ayudará a la comprensión oral. Aparte de eso y entrando en un apartado más específico, a mis alumnos de Derecho les pongo en clase Suits, que trata del mundo de la abogacía".










'FRIENDS' Y 'LOS SIMPSON' SON LAS FAVORITAS


La academia internacional Kaplan publicó en 2012 una encuesta sobre qué ayudaba a los estudiantes a la hora de aprender inglés. Un 82% aseguró que ver series les fue muy útil. De ese porcentaje, un 26% eligió Friends como la mejor. En segundo lugar, aunque a mucha distancia, quedaron Los Simpson con un 8%. En la lista también aparecían Cómo conocí a vuestra madre , CSI , Padre de familia , House, Big Ban Theory y Gossip Girl . En el mismo estudio, un 79% señaló que las películas también constituían una gran ayuda. En este caso, la ganadora fue Harry Potter , con un 24%. Compartió podio con Titanic , con un 11% y Toy Story , de la que un 7% de los encuestados aseguró que le había resultado de utilidad.
Annie B Sweet, cantante y compositora. "Ante todo he de decir que lo que más recomiendo es hablar. Si tengo que elegir, me inclino por Mad Men o Fargo. Creo que la primera tiene un vocabulario sencillo pero también usa léxico más especializado que se puede entender, como es el léxico de una agencia de publicidad. Ambas son norteamericanas. No sé por qué pero creo que se entiende mejor ese acento y a mí siempre me han dicho que mi forma de hablar en inglés se asemeja más a la de Estados Unidos. También voy a nombrar una inglesa, diría Little Britain, que también es fácil de entender, y al ser una comedia se hace más llevadero".
Celestino Deleyto, catedrático de Filología Inglesa de la Universidad de Zaragoza. "Mi consejo es que vean Curb your Enthusiasm. Fue creada y protagonizada por Larry David, creador de Seinfeld. La serie tiene un humor típicamente judío neoyorquino, aunque la acción tiene lugar en Los Ángeles en el mundillo de Hollywood. Para el aprendizaje del inglés está bien porque los personajes hablan bastante despacio y utilizan un vocabulario coloquial pero bastante rico, y, además, parte del humor radica en la utilización de modas lingüísticas. Outnumbered también está bien para este propósito. Es más reciente aunque con un formato y sentido del humor más tradicional de sitcom británica. Versa sobre las vicisitudes de una familia londinense de clase media. Los personajes hablan con un acento británico muy reconocible, propio del sur de Inglaterra. Hablan más deprisa y utilizan una forma de hablar muy contemporánea sin ser afectada, tanto los padres como los hijos. Tan buena para practicar el inglés como para aprender sobre la cultura cotidiana del Reino Unido a través del lenguaje.

Por su parte, este bloguero recomienda la espléndida serie de ciencia-ficcion Sense8, escrita y dirigida por las hermanas Wachowski y emitida por Netflix, una historia global de ocho ciudadanos anónimos que se ven conectados mental, sensual y espiritualmente desde distintos lugares del planeta, un alarde visual con una puesta en escena deslumbrante. Recomendable verla subtitulada en inglés:



Synopsis: One gunshot, one death, one moment out of time that irrevocably links eight minds in disparate parts of the world, putting them in each other's lives, in each other's secrets, in each other's minds, putting them in terrible danger. Ordinary people suddenly reborn as "Sensates."

Monday, December 26, 2016

GEORGE MICHAEL FOR EVER.

Thank you, George, for all the music, all the dancing and all the freedom you gave us. Will always miss you, babe. 

Thursday, December 22, 2016

Translating El Roto

WE HAVE ELECTED A WOLF TO WATCH OVER US
THEY ARE ALL LIES, BUT THEY ARE FREE!

UPPER CLASS FOOTBALL IS A FINANCIAL INSTRUMENT


WE ARE TAKING URGENT MEASURES AGAINST POLLUTION: DO NOT BREATHE!

Wednesday, December 14, 2016

Por qué a los españoles se nos da mal el inglés

Aparte de por la ruptura de la continuidad en el proceso de aprendizaje de una lengua extranjera, provocada por un irracional calendario de fiestas locales que interrumpe la docencia, y por la repetida falta de asistencia a clases presenciales (donde "entrenar" la lengua y aprender, por ejemplo, a hacer transformaciones sintácticas), hay otras explicaciones de por qué a los españoles se les da mal el inglés. Por FERNANDO GALVÁN

Como cada año, miles de españoles aprovechan el verano para someterse a cursos intensivos y/o realizar estancias en el extranjero con el objetivo de aprender inglés. Resulta lógico: el inglés es hoy incuestionablemente la lengua de comunicación internacional. Se supone que cualquier persona con una cultura media la conoce, igual que conoce el correo electrónico o Internet. Y es muy llamativo que el número de hablantes de inglés como segunda lengua sea ya superior al de los que la tienen como lengua materna. A mitad del siglo XX, el 9% de los habitantes del planeta tenían como lengua materna el inglés, un porcentaje que, según las estimaciones, se reducirá al 5% en 2050. Sin embargo, mientras que hacia 1950 unos 250 millones de personas hablaban inglés como segunda lengua, para el año 2050 esta cantidad se habrá multiplicado por cinco, hasta alcanzar los 1.250 millones de personas; un dato muy revelador de la evolución del inglés en todo el mundo.

Que el inglés sea la lengua dominante en los territorios que fueron parte de su poderoso imperio colonial no puede sorprendernos, pues así ha ocurrido con otras lenguas en el pasado (el griego, el latín o nuestra propia lengua española). Pero que, además, se haya convertido en un idioma utilizado comúnmente en ciertos países europeos, como los nórdicos, en los que Reino Unido nunca ha ejercido ningún poder político, resulta ya más sorprendente. Cada día son más los centros de enseñanza superior, dentro y fuera de Europa, que emplean el inglés, especialmente para sus estudios de posgrado. Llama la atención que prestigiosas universidades del ámbito germánico, o de Europa oriental, hayan renunciado al alemán -lengua de la ciencia y de la filosofía desde el siglo XIX- para plegarse a la dominación del inglés, de modo que la docencia en muchos de esos estudios se imparte en ese idioma.

En España está empezando a ocurrir lo mismo, al menos en unas pocas universidades, pero la sensación generalizada que tienen los españoles es de no estar a la altura de otros europeos, universitarios o no, e incluso de ciertas élites culturales latinoamericanas. ¿Por qué nos cuesta tanto hablar inglés? ¿Es que hay entre los españoles algún gen reacio a esa lengua? Naturalmente, la respuesta ha de ser negativa. No hay nada orgánico, ni étnico, en el hecho de que el porcentaje de españoles capaz de comunicarse fluidamente en inglés sea muy inferior al de la población nórdica, la germánica o incluso la de algunos países eslavos. Los motivos son de tipo cultural, educativo y, evidentemente, también lingüísticos.

Comencemos por estos últimos. El español, y nuestras otras lenguas románicas (a las que habría que añadir también el vasco), no pertenecen a la familia lingüística del inglés, que es el grupo de lenguas germánicas. Es obvio que resulta mucho más fácil para un español aprender gallego, catalán, italiano o francés que sueco, alemán, o inglés. La gramática y, sobre todo, el vocabulario suelen ser muy parecidos entre las lenguas de una misma familia.

Pero esta explicación nos vale solo en parte. ¿Por qué nuestros vecinos portugueses hablan mejor inglés que los españoles? Uno de los motivos es de índole lingüística, y tiene que ver con los diferentes sistemas vocálicos del castellano y del portugués, lo que explica también que, tratándose de dos lenguas cercanas (y mutuamente inteligibles en su expresión escrita), ofrezcan tantas dificultades para su mutua comprensión oral, al menos para los hispanohablantes.

Los diferentes sonidos vocálicos del portugués suponen una barrera inicial para los hablantes de español, que armados con nuestro sencillo sistema de cinco vocales, nos sorprendemos ante la diversidad lusa. Por eso, la dificultad que experimentamos los hispanohablantes cuando nos enfrentamos al aprendizaje del sistema de 12 vocales del inglés es superada con facilidad por los portugueses. Si uno está acostumbrado a que en su lengua materna una "a" no siempre suena igual, poco le costará adaptar el oído (y la pronunciación) a un sistema que, aunque distinto, se basa en la diferenciación no entre cinco sino entre más del doble de vocales. En cambio, los españoles luchamos denodadamente durante décadas por distinguir entre ship y sheep, entre latter y letter, entre cut, cot y caught, etcétera.

Otra explicación se halla en el entorno socio-cultural en el que nos movemos, y sobre todo, en los medios audiovisuales que nos rodean. Es un hecho demostrado que una lengua se aprende más fácilmente si existe un entorno propicio en el que los sujetos están "expuestos" a la lengua en una gama variada y múltiple de circunstancias. No basta con las horas que dediquemos a aprender el idioma en el aula. ¿Acaso los estudiantes españoles no dedican, en las fases obligatorias de la enseñanza, un elevado número de años, a razón de un promedio de tres horas semanales, a estudiar inglés? ¿Cómo es posible que, después de tantas horas dedicadas al estudio, muchos de nuestros jóvenes sean incapaces de entender y de comunicarse en este idioma en situaciones de la vida cotidiana? Pues bien, el hecho importante es que, salvo en casos excepcionales o muy restringidos, la mayoría de nuestra población no está sometida al inglés hablado en casi ninguna circunstancia. Cuando el estudiante sale del aula, acaba su exposición oral al idioma. No lo escucha en la radio, ni en la televisión, ni en el cine.

Y no es que la cultura audiovisual norteamericana no nos haya "invadido" en medida similar a nuestro vecino Portugal o al resto del continente europeo. Pero ocurre que en otros países no se doblan las series de televisión norteamericanas y las películas se exhiben en los cines en versión original con subtítulos. En España, sin embargo, el franquismo impuso el doblaje a todos los productos audiovisuales foráneos, lo que facilitaba la censura y permitía la "hispanización" y uniformidad lingüística de las voces y los acentos extranjeros. Los estudiantes polacos o suecos, portugueses u holandeses, están acostumbrados, desde su más temprana edad, a la exposición oral al inglés. Acaban su jornada escolar y, al conectar en casa sus televisores para ver sus dibujos animados o sus series favoritas, buena parte de ese material les llega en inglés. Así, casi sin darse cuenta, siguen aprendiendo fuera del aula, y para ellos el inglés ya no es una asignatura más del currículum, sino que forma parte de su entorno vital extra-escolar. Para utilizar una terminología en boga, podríamos decir que el inglés se convierte así en materia "transversal", que se aprende mientras se está haciendo otra cosa.

El entorno educativo es también esencial para el aprendizaje de una lengua extranjera; y es cierto que el acceso de los españoles al inglés data de menos de medio siglo, pues hasta los años setenta del siglo XX su implantación en nuestros centros escolares era muy reducida. No era tan fácil, en los años sesenta, encontrar institutos de enseñanza media donde se enseñara inglés. Si no teníamos hasta hace poco suficientes profesores bien preparados para enseñar esta lengua; si no empezábamos a enseñar inglés a los niños hasta después de los 10 años, ¿cómo podemos esperar igualar el nivel de competencia lingüística de otros países europeos?

Hoy, por fortuna, los programas de enseñanza bilingüe en las escuelas de Infantil y Primaria, y su extensión a la Enseñanza Secundaria, hacen concebir esperanzas de que dentro de unos años la capacitación de nuestros adolescentes sea bien distinta de la actual. Pero, al mismo tiempo, hay que mejorar también los niveles de exposición social y cultural al inglés en los medios de comunicación, y fomentar la gradual internacionalización de nuestras universidades, internacionalización que implica inexorablemente la mayor presencia del inglés y, por ende, la mejora en nuestra capacidad de entender y hacernos entender en este idioma. (El País, 19 de julio de 2010)

Fernando Galván es catedrático de Filología Inglesa y rector de la Universidad de Alcalá.

Monday, December 05, 2016

Síndrome de inmunodeficiencia social

La posverdad ha sido facilitada por las nuevas técnicas de comunicación. Me parece sintomático el uso que se hace de la palabra 'viralidad' en las redes. Por JOSÉ ANTONIO MARINA

Las sociedades tienen sus propias patologías. El fanatismo y la violencia, por ejemplo. Hace años, describí una enfermedad social apenas atendida. La denominé síndrome de inmunodeficiencia social. La inmunodeficiencia está bien estudiada en individuos: un organismo pierde su capacidad para defenderse contra un agente patógeno. Su sistema inmunitario deja de funcionar. Una sociedad puede también perder esa capacidad y volverse incapaz de aislar, combatir, neutralizar o expulsar los elementos dañinos. Sospecho que España padece esta enfermedad. Es la razón por la que no somos capaces de combatir la corrupción. 

Hoy quiero tratar otra manifestación de esa enfermedad que ha adquirido una virulencia especial en muchos países: la tolerancia a la mentira. Oxford Dictionaries ha elegido el término 'post-truth', posverdad, como palabra del año. Aunque existe desde hace dos décadas, ha saltado a la fama en los últimos meses. En lo que a mí respecta, por sendos artículos en 'Harvard Gazette' (julio de 2016), 'The New York Times' (agosto) y 'The Economist' (septiembre). Luego vinieron muchos más. La posverdad se define como "situación en que las emociones y creencias personales influyen más en la formación de la opinión pública que los hechos objetivos”. Mala definición si pretende definir un fenómeno nuevo, porque ese ha sido un sempiterno mecanismo de manipulación política o publicitaria. Lo nuevo es que una falsedad continúa siendo aceptada a sabiendas de que es una falsedad, y se toman decisiones basándose en ella, porque no se considera importante que lo sea. Sucedió en el Brexit y ha vuelto a suceder con Trump. Según 'PolitiFact', alrededor del 70% de las afirmaciones sobre hechos de Donald Trump eran falsas. Da igual. Christopher Robichaud, de la Harvard Kennedy School, sostiene que es cierto que Trump miente, pero que en la era de la política posverdad tal cosa no parece criticable. "Sería como criticar a un actor por decir cosas falsas”.

Se trata, pues, de una devaluación de la verdad y, paralelamente, de una devaluación de la falsedad y de la mentira. Como todos los fenómenos sociales, este tiene un larga historia, que contaré telegráficamente. El siglo XX mostró que todos los regímenes dictatoriales y todos los fanatismos defienden verdades absolutas. Se pensó que el antídoto era el pensamiento débil y un educado relativismo, menos belicoso que la pretensión de verdad. Todas las opiniones se volvieron igualmente respetables. Frente al monoteísmo de la verdad, el politeísmo de las opiniones. En los medios de comunicación se hizo cada vez más difícil distinguir entre 'hechos' y 'opinión sobre los hechos'. Incluso se piensa que los hechos no existen, solo existen las interpretaciones de los mismos. La palabra 'post-factual' es sinónima de 'post-truth'. Los expertos dicen, con un cinismo realista, que, si uno tiene el suficiente dinero, puede contratar a una agencia que le busque hechos que apoyen su idea, sea cual sea. Y, por supuesto, también puede contratar un filtro que solo le proporcione las noticias que corroboren sus prejuicios.

La posverdad ha sido facilitada por las nuevas técnicas de comunicación. Las patologías sociales se expanden como un virus. Me parece sintomático el uso que se hace de la palabra 'viralidad' en las redes. Por eso ha surgido la polémica, incluso dentro de Facebook. Según 'The New York Times', altos responsables de la compañía han discutido sobre la posible responsabilidad de Facebook en el triunfo de Trump, y la necesidad de trabajar para combatir la desinformación. Pero Zuckerberg ha recordado que esta red social no es una agencia de noticias ni un medio de información social, y que no pueden convertirse en guardianes de la verdad. Es una mera red social. Sin embargo, según el informe Pew, el 62% de los americanos recibe noticias a través de estas plataformas. Neerzan Zimmerman, que trabajó en 'Gawker' como especialista en “tráfico rápido de historias virales” (el nombre de su profesión ya es significativo), afirma: “Hoy día no es importante que la historia sea real. Lo único importante es que la gente haga clic sobre ella. Los hechos están superados. Es una reliquia de la edad de la prensa escrita, cuando los lectores no podían elegir. Ahora, si una persona no comparte una noticia, no hay noticia”. 

La tolerancia al engaño es una de las manifestaciones del síndrome de inmunodeficiencia social del que les estoy hablando. Se están intentando vacunas, como el 'fact checking', que comprueba los datos ofrecidos por los políticos. Han aparecido el FactCheck.org, PoliticFacts, The Fact Checker, en EEUU, Channel4Fact Check, Fact Check Central y FullFact en el reino Unido, 'El objetivo' de Ana Pastor en España, 'Les Decodeurs' en Francia, e iniciativas más limitadas, como el blog 'BILDblog' en Alemania, que verificaba los artículos del diario 'Bild'. Los grandes periódicos ya realizaban esta función con otro nombre. Por ejemplo, 'Der Spiegel' mantenía un equipo de 70 personas dedicado a verificar hechos, lo que supone un elevado coste económico. El 'Reporter’s Lab' de la Universidad de Duke recoge información sobre estas iniciativas. A pesar de su auge, por el momento, la vacuna no funciona porque el influjo de la posverdad es demasiado fuerte. Donald Trump ha calificado al 'fact-check' de “out-of-touch” y “elitist media-type thing” , es decir, algo desconectado de la realidad y elitista, y Michael Gove, uno de los políticos que más apoyaron el Brexit, afirmó que los expertos son un peligro, lo que suponía desacreditar el conocimiento.

La única solución que se me ocurre es defender una filosofía que crea en la verdad, lo que en este momento no es tan fácil de encontrar. Sin embargo, es posible. El síndrome de inmunodeficiencia social es un prueba más de que necesitamos reivindicar la filosofía —que trata del método para separar la verdad de la falsedad— como servicio público. 

Postdata. Cuando el artículo ya está escrito, leo un reciente discurso de Michael Higgins, presidente de Irlanda, diciendo que el mejor antídoto contra la posverdad es introducir la filosofía en las escuelas. ¡Bienvenido al club! (El Confidencial, 22.11.2016)