Tuesday, December 27, 2016

Ficciones de televisión recomendadas para hacer oído y aprender inglés

Entender una película o una serie en versión original puede a veces ser un tormento. Pero no hay que desesperar. Un comunicador, un escritor, una cantante, un profesor, un catedrático y este bloguero recomiendan emisiones para iniciarse o perfeccionar el inglés.

Jorge Carrión, autor de Teleshakespeare. "Yo recomendaría la última temporada de Homeland , porque, al pasar en Berlín, con personajes norteamericanos y alemanes, puede verse la diferencia entre acentos autóctonos y extranjeros. Es importante educar el oído en esos contrastes. En series como Mad Men o Suits , por ejemplo, los personajes británicos subrayan una distancia fonética que también existe entre los personajes norteamericanos que provienen de estados o clases sociales distintas. En El ala oeste de la Casa Blanca hablan muy rápido. Es solo para quienes tengan voluntad de perfeccionamiento".

Michael Robinson, exfutbolista y comunicador. "Para empezar, opto por algo muy básico como Barrio Sésamo. Hay otra muy buena llamada Luther, que trata sobre un policía que a veces recurre a técnicas no muy honradas para conseguir buenos fines y que también aconsejo ver. Aunque, sin ninguna duda, lo ideal sería aprender con los informativos de la BBC, que ofrecen el inglés más correcto y la mejor pronunciación posibles. Para los que presumen de saber inglés y querer perfeccionarlo, les pediría que vieran la serie de la BBC Only Fools and Horses que trata de dos hermanos que trabajan en un mercadillo de Londres. Usan todo el tiempo el dialecto cockney. Consiste en reemplazar una palabra que se usa normalmente por otra que forma parte de una frase hecha con la que rima. Algo muy complicado. Si son capaces de entenderlo, dominarán el inglés." 
Nick Flynn, responsable del área de idiomas de la carrera de Derecho de Esade. "Lo mejor son series cortas como Modern Family y Como conocí a vuestra madre. Puedes mirar mil horas de vídeo y no aprender nada, es decir, rendimiento cero. Pero si te centras en emisiones más breves, la manera de escuchar es muy diferente. Yo creo que se podrían ver los capítulos una primera vez para pasarlo bien y después elegir una escena y escucharla las veces que haga falta para entender todo. Te fijarás en las palabras que no acabas de comprender bien y esto ayudará a la comprensión oral. Aparte de eso y entrando en un apartado más específico, a mis alumnos de Derecho les pongo en clase Suits, que trata del mundo de la abogacía".










'FRIENDS' Y 'LOS SIMPSON' SON LAS FAVORITAS


La academia internacional Kaplan publicó en 2012 una encuesta sobre qué ayudaba a los estudiantes a la hora de aprender inglés. Un 82% aseguró que ver series les fue muy útil. De ese porcentaje, un 26% eligió Friends como la mejor. En segundo lugar, aunque a mucha distancia, quedaron Los Simpson con un 8%. En la lista también aparecían Cómo conocí a vuestra madre , CSI , Padre de familia , House, Big Ban Theory y Gossip Girl . En el mismo estudio, un 79% señaló que las películas también constituían una gran ayuda. En este caso, la ganadora fue Harry Potter , con un 24%. Compartió podio con Titanic , con un 11% y Toy Story , de la que un 7% de los encuestados aseguró que le había resultado de utilidad.
Annie B Sweet, cantante y compositora. "Ante todo he de decir que lo que más recomiendo es hablar. Si tengo que elegir, me inclino por Mad Men o Fargo. Creo que la primera tiene un vocabulario sencillo pero también usa léxico más especializado que se puede entender, como es el léxico de una agencia de publicidad. Ambas son norteamericanas. No sé por qué pero creo que se entiende mejor ese acento y a mí siempre me han dicho que mi forma de hablar en inglés se asemeja más a la de Estados Unidos. También voy a nombrar una inglesa, diría Little Britain, que también es fácil de entender, y al ser una comedia se hace más llevadero".
Celestino Deleyto, catedrático de Filología Inglesa de la Universidad de Zaragoza. "Mi consejo es que vean Curb your Enthusiasm. Fue creada y protagonizada por Larry David, creador de Seinfeld. La serie tiene un humor típicamente judío neoyorquino, aunque la acción tiene lugar en Los Ángeles en el mundillo de Hollywood. Para el aprendizaje del inglés está bien porque los personajes hablan bastante despacio y utilizan un vocabulario coloquial pero bastante rico, y, además, parte del humor radica en la utilización de modas lingüísticas. Outnumbered también está bien para este propósito. Es más reciente aunque con un formato y sentido del humor más tradicional de sitcom británica. Versa sobre las vicisitudes de una familia londinense de clase media. Los personajes hablan con un acento británico muy reconocible, propio del sur de Inglaterra. Hablan más deprisa y utilizan una forma de hablar muy contemporánea sin ser afectada, tanto los padres como los hijos. Tan buena para practicar el inglés como para aprender sobre la cultura cotidiana del Reino Unido a través del lenguaje.

Por su parte, este bloguero recomienda la espléndida serie de ciencia-ficcion Sense8, escrita y dirigida por las hermanas Wachowski y emitida por Netflix, una historia global de ocho ciudadanos anónimos que se ven conectados mental, sensual y espiritualmente desde distintos lugares del planeta, un alarde visual con una puesta en escena deslumbrante. Recomendable verla subtitulada en inglés:



Synopsis: One gunshot, one death, one moment out of time that irrevocably links eight minds in disparate parts of the world, putting them in each other's lives, in each other's secrets, in each other's minds, putting them in terrible danger. Ordinary people suddenly reborn as "Sensates."

Monday, December 26, 2016

GEORGE MICHAEL FOR EVER.

Thank you, George, for all the music, all the dancing and all the freedom you gave us. Will always miss you, babe. 

Thursday, December 22, 2016

Translating El Roto

WE HAVE ELECTED A WOLF TO WATCH OVER US
THEY ARE ALL LIES, BUT THEY ARE FREE!

UPPER CLASS FOOTBALL IS A FINANCIAL INSTRUMENT


WE ARE TAKING URGENT MEASURES AGAINST POLLUTION: DO NOT BREATHE!

Wednesday, December 14, 2016

Por qué a los españoles se nos da mal el inglés

Aparte de por la ruptura de la continuidad en el proceso de aprendizaje de una lengua extranjera, provocada por un irracional calendario de fiestas locales que interrumpe la docencia, y por la repetida falta de asistencia a clases presenciales (donde "entrenar" la lengua y aprender, por ejemplo, a hacer transformaciones sintácticas), hay otras explicaciones de por qué a los españoles se les da mal el inglés. Por FERNANDO GALVÁN

Como cada año, miles de españoles aprovechan el verano para someterse a cursos intensivos y/o realizar estancias en el extranjero con el objetivo de aprender inglés. Resulta lógico: el inglés es hoy incuestionablemente la lengua de comunicación internacional. Se supone que cualquier persona con una cultura media la conoce, igual que conoce el correo electrónico o Internet. Y es muy llamativo que el número de hablantes de inglés como segunda lengua sea ya superior al de los que la tienen como lengua materna. A mitad del siglo XX, el 9% de los habitantes del planeta tenían como lengua materna el inglés, un porcentaje que, según las estimaciones, se reducirá al 5% en 2050. Sin embargo, mientras que hacia 1950 unos 250 millones de personas hablaban inglés como segunda lengua, para el año 2050 esta cantidad se habrá multiplicado por cinco, hasta alcanzar los 1.250 millones de personas; un dato muy revelador de la evolución del inglés en todo el mundo.

Que el inglés sea la lengua dominante en los territorios que fueron parte de su poderoso imperio colonial no puede sorprendernos, pues así ha ocurrido con otras lenguas en el pasado (el griego, el latín o nuestra propia lengua española). Pero que, además, se haya convertido en un idioma utilizado comúnmente en ciertos países europeos, como los nórdicos, en los que Reino Unido nunca ha ejercido ningún poder político, resulta ya más sorprendente. Cada día son más los centros de enseñanza superior, dentro y fuera de Europa, que emplean el inglés, especialmente para sus estudios de posgrado. Llama la atención que prestigiosas universidades del ámbito germánico, o de Europa oriental, hayan renunciado al alemán -lengua de la ciencia y de la filosofía desde el siglo XIX- para plegarse a la dominación del inglés, de modo que la docencia en muchos de esos estudios se imparte en ese idioma.

En España está empezando a ocurrir lo mismo, al menos en unas pocas universidades, pero la sensación generalizada que tienen los españoles es de no estar a la altura de otros europeos, universitarios o no, e incluso de ciertas élites culturales latinoamericanas. ¿Por qué nos cuesta tanto hablar inglés? ¿Es que hay entre los españoles algún gen reacio a esa lengua? Naturalmente, la respuesta ha de ser negativa. No hay nada orgánico, ni étnico, en el hecho de que el porcentaje de españoles capaz de comunicarse fluidamente en inglés sea muy inferior al de la población nórdica, la germánica o incluso la de algunos países eslavos. Los motivos son de tipo cultural, educativo y, evidentemente, también lingüísticos.

Comencemos por estos últimos. El español, y nuestras otras lenguas románicas (a las que habría que añadir también el vasco), no pertenecen a la familia lingüística del inglés, que es el grupo de lenguas germánicas. Es obvio que resulta mucho más fácil para un español aprender gallego, catalán, italiano o francés que sueco, alemán, o inglés. La gramática y, sobre todo, el vocabulario suelen ser muy parecidos entre las lenguas de una misma familia.

Pero esta explicación nos vale solo en parte. ¿Por qué nuestros vecinos portugueses hablan mejor inglés que los españoles? Uno de los motivos es de índole lingüística, y tiene que ver con los diferentes sistemas vocálicos del castellano y del portugués, lo que explica también que, tratándose de dos lenguas cercanas (y mutuamente inteligibles en su expresión escrita), ofrezcan tantas dificultades para su mutua comprensión oral, al menos para los hispanohablantes.

Los diferentes sonidos vocálicos del portugués suponen una barrera inicial para los hablantes de español, que armados con nuestro sencillo sistema de cinco vocales, nos sorprendemos ante la diversidad lusa. Por eso, la dificultad que experimentamos los hispanohablantes cuando nos enfrentamos al aprendizaje del sistema de 12 vocales del inglés es superada con facilidad por los portugueses. Si uno está acostumbrado a que en su lengua materna una "a" no siempre suena igual, poco le costará adaptar el oído (y la pronunciación) a un sistema que, aunque distinto, se basa en la diferenciación no entre cinco sino entre más del doble de vocales. En cambio, los españoles luchamos denodadamente durante décadas por distinguir entre ship y sheep, entre latter y letter, entre cut, cot y caught, etcétera.

Otra explicación se halla en el entorno socio-cultural en el que nos movemos, y sobre todo, en los medios audiovisuales que nos rodean. Es un hecho demostrado que una lengua se aprende más fácilmente si existe un entorno propicio en el que los sujetos están "expuestos" a la lengua en una gama variada y múltiple de circunstancias. No basta con las horas que dediquemos a aprender el idioma en el aula. ¿Acaso los estudiantes españoles no dedican, en las fases obligatorias de la enseñanza, un elevado número de años, a razón de un promedio de tres horas semanales, a estudiar inglés? ¿Cómo es posible que, después de tantas horas dedicadas al estudio, muchos de nuestros jóvenes sean incapaces de entender y de comunicarse en este idioma en situaciones de la vida cotidiana? Pues bien, el hecho importante es que, salvo en casos excepcionales o muy restringidos, la mayoría de nuestra población no está sometida al inglés hablado en casi ninguna circunstancia. Cuando el estudiante sale del aula, acaba su exposición oral al idioma. No lo escucha en la radio, ni en la televisión, ni en el cine.

Y no es que la cultura audiovisual norteamericana no nos haya "invadido" en medida similar a nuestro vecino Portugal o al resto del continente europeo. Pero ocurre que en otros países no se doblan las series de televisión norteamericanas y las películas se exhiben en los cines en versión original con subtítulos. En España, sin embargo, el franquismo impuso el doblaje a todos los productos audiovisuales foráneos, lo que facilitaba la censura y permitía la "hispanización" y uniformidad lingüística de las voces y los acentos extranjeros. Los estudiantes polacos o suecos, portugueses u holandeses, están acostumbrados, desde su más temprana edad, a la exposición oral al inglés. Acaban su jornada escolar y, al conectar en casa sus televisores para ver sus dibujos animados o sus series favoritas, buena parte de ese material les llega en inglés. Así, casi sin darse cuenta, siguen aprendiendo fuera del aula, y para ellos el inglés ya no es una asignatura más del currículum, sino que forma parte de su entorno vital extra-escolar. Para utilizar una terminología en boga, podríamos decir que el inglés se convierte así en materia "transversal", que se aprende mientras se está haciendo otra cosa.

El entorno educativo es también esencial para el aprendizaje de una lengua extranjera; y es cierto que el acceso de los españoles al inglés data de menos de medio siglo, pues hasta los años setenta del siglo XX su implantación en nuestros centros escolares era muy reducida. No era tan fácil, en los años sesenta, encontrar institutos de enseñanza media donde se enseñara inglés. Si no teníamos hasta hace poco suficientes profesores bien preparados para enseñar esta lengua; si no empezábamos a enseñar inglés a los niños hasta después de los 10 años, ¿cómo podemos esperar igualar el nivel de competencia lingüística de otros países europeos?

Hoy, por fortuna, los programas de enseñanza bilingüe en las escuelas de Infantil y Primaria, y su extensión a la Enseñanza Secundaria, hacen concebir esperanzas de que dentro de unos años la capacitación de nuestros adolescentes sea bien distinta de la actual. Pero, al mismo tiempo, hay que mejorar también los niveles de exposición social y cultural al inglés en los medios de comunicación, y fomentar la gradual internacionalización de nuestras universidades, internacionalización que implica inexorablemente la mayor presencia del inglés y, por ende, la mejora en nuestra capacidad de entender y hacernos entender en este idioma. (El País, 19 de julio de 2010)

Fernando Galván es catedrático de Filología Inglesa y rector de la Universidad de Alcalá.

Monday, December 05, 2016

Síndrome de inmunodeficiencia social

La posverdad ha sido facilitada por las nuevas técnicas de comunicación. Me parece sintomático el uso que se hace de la palabra 'viralidad' en las redes. Por JOSÉ ANTONIO MARINA

Las sociedades tienen sus propias patologías. El fanatismo y la violencia, por ejemplo. Hace años, describí una enfermedad social apenas atendida. La denominé síndrome de inmunodeficiencia social. La inmunodeficiencia está bien estudiada en individuos: un organismo pierde su capacidad para defenderse contra un agente patógeno. Su sistema inmunitario deja de funcionar. Una sociedad puede también perder esa capacidad y volverse incapaz de aislar, combatir, neutralizar o expulsar los elementos dañinos. Sospecho que España padece esta enfermedad. Es la razón por la que no somos capaces de combatir la corrupción. 

Hoy quiero tratar otra manifestación de esa enfermedad que ha adquirido una virulencia especial en muchos países: la tolerancia a la mentira. Oxford Dictionaries ha elegido el término 'post-truth', posverdad, como palabra del año. Aunque existe desde hace dos décadas, ha saltado a la fama en los últimos meses. En lo que a mí respecta, por sendos artículos en 'Harvard Gazette' (julio de 2016), 'The New York Times' (agosto) y 'The Economist' (septiembre). Luego vinieron muchos más. La posverdad se define como "situación en que las emociones y creencias personales influyen más en la formación de la opinión pública que los hechos objetivos”. Mala definición si pretende definir un fenómeno nuevo, porque ese ha sido un sempiterno mecanismo de manipulación política o publicitaria. Lo nuevo es que una falsedad continúa siendo aceptada a sabiendas de que es una falsedad, y se toman decisiones basándose en ella, porque no se considera importante que lo sea. Sucedió en el Brexit y ha vuelto a suceder con Trump. Según 'PolitiFact', alrededor del 70% de las afirmaciones sobre hechos de Donald Trump eran falsas. Da igual. Christopher Robichaud, de la Harvard Kennedy School, sostiene que es cierto que Trump miente, pero que en la era de la política posverdad tal cosa no parece criticable. "Sería como criticar a un actor por decir cosas falsas”.

Se trata, pues, de una devaluación de la verdad y, paralelamente, de una devaluación de la falsedad y de la mentira. Como todos los fenómenos sociales, este tiene un larga historia, que contaré telegráficamente. El siglo XX mostró que todos los regímenes dictatoriales y todos los fanatismos defienden verdades absolutas. Se pensó que el antídoto era el pensamiento débil y un educado relativismo, menos belicoso que la pretensión de verdad. Todas las opiniones se volvieron igualmente respetables. Frente al monoteísmo de la verdad, el politeísmo de las opiniones. En los medios de comunicación se hizo cada vez más difícil distinguir entre 'hechos' y 'opinión sobre los hechos'. Incluso se piensa que los hechos no existen, solo existen las interpretaciones de los mismos. La palabra 'post-factual' es sinónima de 'post-truth'. Los expertos dicen, con un cinismo realista, que, si uno tiene el suficiente dinero, puede contratar a una agencia que le busque hechos que apoyen su idea, sea cual sea. Y, por supuesto, también puede contratar un filtro que solo le proporcione las noticias que corroboren sus prejuicios.

La posverdad ha sido facilitada por las nuevas técnicas de comunicación. Las patologías sociales se expanden como un virus. Me parece sintomático el uso que se hace de la palabra 'viralidad' en las redes. Por eso ha surgido la polémica, incluso dentro de Facebook. Según 'The New York Times', altos responsables de la compañía han discutido sobre la posible responsabilidad de Facebook en el triunfo de Trump, y la necesidad de trabajar para combatir la desinformación. Pero Zuckerberg ha recordado que esta red social no es una agencia de noticias ni un medio de información social, y que no pueden convertirse en guardianes de la verdad. Es una mera red social. Sin embargo, según el informe Pew, el 62% de los americanos recibe noticias a través de estas plataformas. Neerzan Zimmerman, que trabajó en 'Gawker' como especialista en “tráfico rápido de historias virales” (el nombre de su profesión ya es significativo), afirma: “Hoy día no es importante que la historia sea real. Lo único importante es que la gente haga clic sobre ella. Los hechos están superados. Es una reliquia de la edad de la prensa escrita, cuando los lectores no podían elegir. Ahora, si una persona no comparte una noticia, no hay noticia”. 

La tolerancia al engaño es una de las manifestaciones del síndrome de inmunodeficiencia social del que les estoy hablando. Se están intentando vacunas, como el 'fact checking', que comprueba los datos ofrecidos por los políticos. Han aparecido el FactCheck.org, PoliticFacts, The Fact Checker, en EEUU, Channel4Fact Check, Fact Check Central y FullFact en el reino Unido, 'El objetivo' de Ana Pastor en España, 'Les Decodeurs' en Francia, e iniciativas más limitadas, como el blog 'BILDblog' en Alemania, que verificaba los artículos del diario 'Bild'. Los grandes periódicos ya realizaban esta función con otro nombre. Por ejemplo, 'Der Spiegel' mantenía un equipo de 70 personas dedicado a verificar hechos, lo que supone un elevado coste económico. El 'Reporter’s Lab' de la Universidad de Duke recoge información sobre estas iniciativas. A pesar de su auge, por el momento, la vacuna no funciona porque el influjo de la posverdad es demasiado fuerte. Donald Trump ha calificado al 'fact-check' de “out-of-touch” y “elitist media-type thing” , es decir, algo desconectado de la realidad y elitista, y Michael Gove, uno de los políticos que más apoyaron el Brexit, afirmó que los expertos son un peligro, lo que suponía desacreditar el conocimiento.

La única solución que se me ocurre es defender una filosofía que crea en la verdad, lo que en este momento no es tan fácil de encontrar. Sin embargo, es posible. El síndrome de inmunodeficiencia social es un prueba más de que necesitamos reivindicar la filosofía —que trata del método para separar la verdad de la falsedad— como servicio público. 

Postdata. Cuando el artículo ya está escrito, leo un reciente discurso de Michael Higgins, presidente de Irlanda, diciendo que el mejor antídoto contra la posverdad es introducir la filosofía en las escuelas. ¡Bienvenido al club! (El Confidencial, 22.11.2016)

Saturday, November 19, 2016

Video: US tourists ask Madrileños to translate a homophobic note

A US gay couple asks Madrid passers-by to translate a homophobic note. The film is part of gay rights group’s awareness campaign encouraging people to report hate crimes.



A gay couple from the United States makes a reservation online to stay at a hostel in Madrid. When they ask for directions on how to reach it, they receive a message in Spanish from the owner and, not speaking a word of the language, ask for help translating it from passers-by. The note is filled with homophobic insults, including a threat to punch them in the face if they even think about kissing each other inside the hostel.

The spontaneous reactions of the people reading out the note to them are recorded in an English-language, Spanish-subtitled video produced by Spain’s State Federation of Lesbian, Gays Transsexuals and Bisexuals (FELGTB) for its new awareness campaign, Con la voz bien alta (With a loud voice).

Two actors were hired to play the couple, but the reactions of the passers-by were genuine. 
The aim of the campaign is to remind people that they have the right to file a police complaint against anyone who threatens, insults or physically assaults someone because of their sexual orientation. According to the group, 38 percent of the LGBT community in Spain has been a victim of some kind of assault, but only 10 percent report such incidents to police.

FELGTB wants the new campaign to educate people about the hate crimes that many suffer because of their sexual orientation and also to pressure the government into passing a law against what it has labeled “LGBT-phobia.”




Thursday, November 17, 2016

'Post-truth' named word of the year by the Oxford Dictionary

US election and EU referendum drive popularity of adjective describing situation ‘in which objective facts are less influential than appeals to emotion’


In the era of Donald Trump and Brexit, Oxford Dictionaries has declared “post-truth” to be its international word of the year.

Defined by the dictionary as an adjective “relating to or denoting circumstances in which objective facts are less influential in shaping public opinion than appeals to emotion and personal belief”, editors said that use of the term “post-truth” had increased by around 2,000% in 2016 compared to last year. The spike in usage, it said, is “in the context of the EU referendum in the United Kingdom and the presidential election in the United States”.

Oxford Dictionaries’s word of the year is intended to “reflect the passing year in language”, with post-truth following the controversial choice last year of the “face with tears of joy” emoji. 

Contenders for the title had included the noun “alt-right”, shortened from the fuller form “alternative right” and defined as “an ideological grouping associated with extreme conservative or reactionary viewpoints, characterised by a rejection of mainstream politics and by the use of online media to disseminate deliberately controversial content”.


But the increase in usage of post-truth saw the term eventually emerge ahead of the pack. “We first saw the frequency really spike this year in June with buzz over the Brexit vote and Donald Trump securing the Republican presidential nomination. Given that usage of the term hasn’t shown any signs of slowing down, I wouldn’t be surprised if post-truth becomes one of the defining words of our time,” predicted Oxford Dictionaries president Casper Grathwohl. 
(The Guardian, November 15, 2016)

Sunday, November 13, 2016

Populists are out to divide us. They must be stopped

So now the challenge is in plain view: we face the globalisation of anti-globalisation, a popular front of populists, an International of nationalists. “Today the United States, tomorrow – France,” tweets Jean-Marie Le Pen. It will be a long, hard struggle to defeat them, at home and abroad, and we may now have to look elsewhere for the “leader of the free world”. But defeat them we will.
In Vladimir Putin’s Russia we have something very close to fascism. Recep Tayyip Erdoğan’s Turkey is rapidly crossing the line between illiberal democracy and fascism, while Viktor Orbán’s Hungary is already an illiberal democracy. In Poland, France, the Netherlands, Britain and now the US, we have to defend the line between liberal and illiberal democracy.
In Britain that means standing up for the independence of the judiciary, the sovereignty of parliament and the impartial strength of the BBC. In the US we shall now witness the biggest test of one of the strongest, oldest systems of liberal democratic checks and balances. Even though Republicans dominate Congress and, fatefully, Donald Trump will be able to make key political appointments to the supreme court, that does not mean the new president will have it all his own way.
What we see in all these nationalist populisms is an ideology that claims that the directly expressed will of “the people” trumps all other sources of authority. And the populist leader identifies himself – or herself, in the case of Marine Le Pen – as the single voice of the people. Trump’s “I am your voice” is a totemic populist line. But so is the Daily Mail’s front page denouncing the three British judges who ruled that parliament must have a vote on Brexit as “enemies of the people”. So is the Turkish prime minister rebuking EU claims that a red line has been crossed in his country’s brutal repression of media freedom by saying: “The people draw the red lines.”
On closer examination, it turns out that “the people” – Volk might be a more accurate term – is actually only a part of the people. Trump perfectly exemplified this populist sleight of hand in an impromptu remark at a campaign rally.
Pint
“The only important thing is the unification of the people,” he said, “because the other people don’t mean anything.” It’s not the Others, you see: the Kurds, Muslims, Jews, refugees, immigrants, black people, elites, experts, homosexuals, Sinti and Roma, cosmopolitans, metropolitans, gay Europhile judges. Ukip’s Nigel Farage announced that Brexit was a victory for ordinary people, decent people, real people – 48% of those who voted in the referendum being thereby declared neither ordinary nor decent nor real.
Does history teach us anything about such wave-like phenomena, appearing at roughly the same time in many places, in different national and regional forms, but nonetheless having common features? Nationalist populism now, globalised liberalism (or neoliberalism) in the 1990s, fascism and communism in the 1930s and 40s, imperialism in the 19th century. Two lessons perhaps: that these things usually take a significant period of time to work themselves out; and that to reverse them (if the wave is of a kind you want to see reversed) requires courage, determination, consistency, the development of a new political language and new policy answers to real problems.
A great example is the development of western Europe’s combination of market economy and welfare state after 1945. This model, which finally saw off the waves of communism and fascism, needed the intellectual genius of a John Maynard Keynes, the policy know-how of people like William Beveridge and the political skill of people like Clement Attlee. I say “people like” because other names could be inserted for the versions adopted in other west European countries. But what an ocean of blood, sweat and tears we had to swim through to reach that point.
We must therefore brace ourselves for a long struggle, perhaps even a generational struggle. This is not yet a “post-liberal world”, but it could become so. The forces behind the popular front of populism are strong, traditional parties are often weak, and such waves are not reversed overnight.
For a start, we need to defend pluralism at home. We also need to understand the economic, social and cultural causes of the vote for populists. Not just the left but liberals and moderate conservatives must seek a new language to appeal, emotionally as well as substantively, to that large part of the populist electorate that is not irredeemably xenophobic, racist and misogynist. (Not calling half of them a “basket of deplorables” is a good place to start.) Rhetoric alone obviously won’t do it. What are the right policies? Is it really free trade agreements and immigration that are undermining people’s jobs, or is it mainly technology? If the latter, what do we do about that?
PinElsewhere, the first challenge is to prevent the erosion of existing elements of liberal international order – hard-won agreements on climate change, for example, and current free-trade agreements. Philosophically, president Xi Jinpingof China might welcome a Trumpworld of strong, assertive, nationalistic sovereign states, but practically both leaders should recognise that a return to the economic nationalism of the 1930s – 45% tariff barriers on Chinese imports were promised by campaigner Trump – would be disastrous for everyone. The one good thing about an International of nationalists is that it’s ultimately a contradiction in terms
We must also hope that serious, experienced Americans do go to work shaping the foreign and economic policy of the new administration, however morally distasteful Trump is. It’s time for holding your nose and Max Weber’s “ethics of responsibility”. Yet even if they do, this is likely to be a bombastic, erratic and unpredictable presidency.
A greater burden therefore falls on other leading democracies: many in Europe, but also Canada, Australia, Japan and India. If we in Europe feel it is vital for the Baltic states to be protected against any possible kind of aggression by Putin’s Russia, we must work through Nato and the EU to ensure that. We can’t rely on a Putin-praising Trump.
If we Europeans think it important to keep an independent Ukrainian democracy alive, we must see to that ourselves. Britain having sidelined itself as a result of its own version of nationalist populism, a special responsibility lies with French and German voters. If we have a French president Alain Juppé and a re-elected chancellor Angela Merkel at the end of next year, Europe may still be able to pull its weight.
Merkel made by far the most dignified response I have seen to Trump’s election. “Germany and America,” she said, “are tied by values of democracy, freedom and respect for the law and human dignity, independent of origin, skin colour, religion, gender, sexual orientation or political views. I offer the next president of the United States, Donald Trump, close cooperation on the basis of these values.” Magnificent.
The phrase “leader of the free world” is usually applied to the president of the United States, and rarely without irony. I’m tempted to say that the leader of the free world is now Angela Merkel.
By The Guardian, November 11th 2016
Link to the Spanish translation.

Wednesday, October 26, 2016

Documentos TV: Homofobia en España

TVE emitió anoche a la 1 de la madrugada (obviamente para asegurarse una pobre audiencia) este magnífico documental sobre la homofobia en España. Desgarrador y emocionante, es de visión y difusión obligada para estudiantes, educadores, enseñantes, psicólogos, y demás conciudadanos: Documentos TV. Homofobia: Diario de las víctimas. (52 minutos)

Wednesday, October 19, 2016

¿Por qué nos cuesta tanto hablar inglés?

Un reportaje de ANA PANTALEONI
El País, 23 de marzo de 2008

¿Qué es un español? Alguien que se pasa la vida aprendiendo inglés. Y, se podría añadir, que nunca lo aprende. Búlgaros, húngaros y turcos son los únicos que alegan hablar menos inglés que los españoles. El 65% de los españoles reconoce que no es capaz de hablar, ni de leer ni de escribir en ese idioma. ¿Por qué lo hablamos tan mal?


Es cierto que se trata de un problema arrastrado. La dictadura de Franco cerró las fronteras al inglés durante 40 años, se centró en la defensa del español y España se convirtió así en un país acostumbrado a ver cine doblado. En la actualidad, el dominio del inglés sigue siendo uno de los factores educativos que más marca la diferencia entre unas clases sociales y otras, de ahí el énfasis en los últimos años en que los colegios públicos sean bilingües o la necesidad de que los colegios impartan algunas asignaturas en inglés para dar una solución a esta situación que afecte a todos por igual.


"El verdadero problema es que, si miras las estadísticas, el porcentaje no se ha movido a través de los años", dice Ramon Aspa, director ejecutivo de la escuela de idiomas de Esade. Los datos son chocantes. El 70% de los españoles reconoce que el inglés es importante o muy importante, pero sólo el 4% lo estudia, según la consultora Ipsos para la editorial Océano. El informe revela que el 17% lee correctamente este idioma, el 14% lo entiende cuando lo escucha y el 11% asegura hablarlo bien. Mientras España enmudecía, otros tomaban ventaja como Portugal y Grecia, que se adaptan lingüísticamente a la ampliación de la Unión Europea, y con ello a la importancia del inglés como lengua franca. "Es el latín del siglo XXI", observa Aspa, que no tira la toalla: ¿Por qué los telediarios no nos dejan oír la voz de Obama? En lugar de doblar, ¿no se podría mejor subtitular?".


Cada vez más, los españoles necesitan el inglés para trabajar. Javier viajó hace 40 años a Inglaterra, donde pasó tres veranos recogiendo fresas y sirviendo cafés hasta que su nivel fue aceptable. Marta, hija de Javier, también eligió ese camino: "Aunque recibí clases durante tres años, terminé el bachillerato sin ser capaz de mantener una conversación básica, redactar una carta o leer un periódico". En Escocia vivió y trabajó, y en un año saldó su deuda. "Allí conocí a decenas y decenas de españoles que habían venido a buscar lo mismo que yo. Eso demuestra que el sistema educativo español tiene un problema".


Un problema no: dos. Porque la inversión, sobre todo privada, de las familias, en este idioma, mueve millones. En 2007, 105.000 españoles viajaron al exterior para seguir algún curso de idiomas. El 94% estudió inglés y el 65% de ellos era menor de edad. Otros 45.000 se marcharon con una beca del Ministerio de Educación y Ciencia. La mayoría se trasladó a Gran Bretaña e Irlanda, según la Asociación Española de Promotores de Cursos en el Extranjero (ASEPROCE), cuyo volumen de negocio asciende a los 300 millones de euros. Un paquete de cuatro semanas en el extranjero cuesta entre 2.500 y 3.000 euros. "Somos en Europa los que más exportamos con afán académico", subraya su presidente Juan Manuel Elizalde. "Los informes europeos nos ponen a la cola en inglés, pese a que somos uno de los países que más invierte en el sector público y privado".


España, siendo la octava economía del planeta, suspende en inglés, aunque más justo sería decir que suspende en un segundo idioma. Ni ingleses, ni norteamericanos son unos cracks en otro idioma. Hay una teoría: los países con lenguas que cuentan con un gran número de hablantes, como Francia e Inglaterra, no sienten la necesidad de aprender otros idiomas. Lo que es científicamente seguro es que el español no tiene un cromosoma perdido que le impida hablar inglés con corrección.


No hay una edad ideal para empezar a aprender un idioma, sino un análisis de las características de cada país y una decisión que implique a todos. "Existe la evidencia de que empezar el aprendizaje de aspectos centrales, como la gramática y la pronunciación, 
a una edad temprana es muy importante", afirma la investigadora Nuria Sebastián.

Algunas escuelas españolas ya se han apuntado al inglés en serio y ofrecen asignaturas en ese idioma. Los niños no estudian Naturaleza sino Science. Y no pasa nada. Es necesario hacer hincapié en la formación de los profesores. Desde 1996, el British Council colabora con el ministerio y las comunidades para desarrollar un currículo integrado de español-inglés. Ya hay 26.000 jóvenes que siguen este programa educativo en 110 centros públicos.


"El sistema educativo debe dar el salto cualitativo y dejar de enseñar el inglés como lengua extranjera e impartirlo como una habilidad básica del sistema", subraya Miquel Berga, presidente de la Asociación de Profesores y Profesoras de Cataluña (APAC). El problema, según Berga, es que en Primaria y Secundaria hay mecanismos que garantizan el contacto con el inglés, pero en la universidad no. Hay distintas iniciativas que tratan de ponerle remedio. La Generalitat de Cataluña quiere que a partir de 2012, cuando acaben sus carreras los estudiantes que las empiezan ahora, deban acreditar su dominio.


Julie McGuiness abre la puerta al optimismo. Ella es formadora de docentes universitarios que dan las clases en inglés y escritora de libros de texto de inglés. Dice que cada vez se trabaja más en la formación de los profesores y la mejora del material didáctico, pero lamenta que el maestro tenga que usar su tiempo libre para reciclarse. "Hay problemas a los que se enfrenta un profesor como los distintos niveles en una misma clase y la cantidad de alumnos por aula". Aún así, McGuiness considera que los alumnos que salen del bachillerato entran en la universidad cada vez con mejor nivel: "La formación del profesor de inglés es la clave, que sea español o nativo no es lo importante".


La realidad es que más de 100.000 personas se presentan cada año en España a los exámenes de inglés de Cambridge ESOL, que certifican su nivel. Los exámenes más conocidos de nivel alto de Cambridge son el First Certificate, el Advanced y el Proficiency. El 70% de los alumnos que se presentaron en 2006 al First aprobaron. "El nivel de inglés en España ha mejorado considerablemente en los últimos 10 años", asegura Chris Hickey, director del British Council en España. La Unión Europea medirá a partir de 2009 los conocimientos de los jóvenes comunitarios de entre 14 y 16 años en las dos primeras lenguas extranjeras que hayan aprendido. Así se espera conocer el nivel de idiomas, pero también qué países ofrecen los mejores programas.


Otro freno histórico al impulso del inglés en España es que la televisión y el cine no se emitan en versión original. Finlandia y Holanda son un ejemplo a seguir. Ambos países, con un gran nivel de inglés, ven el cine y la televisión en versión original, con excepción de las películas infantiles, que sí las doblan. Un país con un idioma tan especial como el finés no tenía capacidad para doblar todo y, al final, la necesidad se transformó en virtud. Francia usa un sistema mixto: en París, las películas extranjeras se estrenan en versión original subtitulada, pero siempre hay unas pocas copias dobladas al francés.


En España son pocas las opciones. A principios de los años cuarenta, Franco aprobó una ley prohibiendo las películas en versión original. A mediados de los 60, la ley de salas de arte y ensayo permitió proyectar algunas películas de autor en versión original. El doblaje se afincó de tal forma en nuestra sociedad que ha llegado hasta nuestros días, dejándonos aislados. En Alemania o Italia siguen doblando filmes, pero vecinos como Portugal o países más pequeños ven absolutamente todo en versión original. Esto facilita la exposición al idioma y la identificación de sus sonidos desde edades muy tempranas.


"Es muy difícil volver atrás porque existe una actitud negativa del público. Además, las distribuidoras norteamericanas quieren doblar", asegura Mendez-Leite, un defensor de la versión original que considera un "crimen" ver una película doblada. Otro factor es que en España el sector de doblaje es muy potente. La recién aprobada Ley del Cine plantea una serie de incentivos y apoyos especiales a la versión original. "Sin embargo no existe ninguna previsión de prohibir el doblaje", aclara Fernando Lara, director del Instituto de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales.


Con estos precedentes haber nacido en un país anglosajón casi garantiza encontrar empleo en España. Mick O'Grady llegó a España de turismo y aquí sigue. Lleva 35 años dando clases de inglés, y el trabajo no se le acaba nunca. Siempre ha trabajado en el sector privado y siempre con alumnos adultos. O'Grady hace una diferencia básica: una cosa es estudiar inglés y la otra aprenderlo. No es lo mismo.