La ocupación hotelera en Pamplona es este año inferior a otros, como es menor la afluencia a los toros en una España donde el rechazo a la fiesta crece entre las nuevas generaciones. El arranque de la fiesta fue precedido este miércoles, como está siendo habitual, por una manifestación de antitaurinos. Ada Colau reiteró recientemente su veto a los toros en Barcelona a pesar de que el Constitucional anulara la ley catalana que prohibía las corridas. El Toro de la Vega ha sido prohibido. Y otro juzgado anuló la prohibición similar en San Sebastián. Los toros hoy parecen necesitar defensa judicial.
Probablemente es pronto para dejar atrás la fiesta, pero no para que el 84% de los jóvenes españoles de 16 a 24 años estén poco o nada orgullosos de ella, según una encuesta de Ipsos Mori para World Animal Protection. Las corridas han ido sufriendo caídas del 7% (2014) o 9,9% (2013), según datos del Gobierno. A principios de los setenta, la mitad de los ciudadanos se declaraban interesados por las corridas. Hoy, según otros estudios, un 33,8% es partidario de prohibirla, una cifra que asciende al 60% entre los jóvenes. A mayor nivel cultural, además, mayor rechazo.
Nunca dejaremos atrás a Chaves Nogales, ni a Hemingway ni una cultura que integra en nuestro idioma, arte y literatura ricas referencias al mundo del estoque o la puntilla, pero tendremos que admitir que los niños actuales no juegan como el niño Belmonte con vaquillas, cuernos y trapos, sino con la PlayStation, y que los vídeos que muestran el sufrimiento animal se viralizan con rapidez. La sensibilidad hacia el bienestar ha crecido, es un hecho. Aún no ha llegado la hora, por tanto, pero tal vez se acerque el día en que las campanas doblen en realidad por la fiesta nacional. Y algunos lo celebraremos.
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