Por MARIO SUÁREZ
Los universitarios han adquirido hábitos de escritura en sus trabajos
académicos que vienen de un mal uso de las redes sociales. El dictado
tradicional podría evitarlo.
Lo decía Julio Cortázar: “La coma es la puerta giratoria del pensamiento”. Una descripción fotográfica del ilustre escritor argentino: no significa lo mismo decir “No, pase” que “No pase”. La colocación de una coma puede cambiar no solo el discurso: incluso incide en la suerte de las personas. La ortografía y la gramática no viven buenos tiempos. Los años sabios en los que la corrección a la hora de escribir era baluarte y condición indudable de un alumno universitario, han dejado paso a una cierta permisividad en la escritura, que viene provocada por un uso incorrecto de las nuevas tecnologías. Pero lo peor es que el viraje sintáctico no parece retroceder en las aulas, por el momento.
Los errores lingüísticos en la escritura entre los jóvenes
universitarios se dan en todos los aspectos. Faltas de ortografía,
discordancias, mal uso de pronombres y tiempos verbales, ausencia de
referencias bibliográficas, poca coherencia en el discurso… Los exámenes, los
trabajos y las memorias de fin de curso resultan ser carreras con demasiados
baches para profesores y académicos.
Pero no es cuestión de buscar culpables –en este caso, del
uso de las nuevas tecnologías– sino de convencer del uso correcto de ellas. “Lo
fundamental es que todo hablante sea capaz
de cambiar de registro; si alguien está escribiendo un mensaje con el móvil
y utiliza ciertos sistemas de abreviación por economía de medios, no es algo
reprobable, pues las abreviaciones han existido siempre. El problema surge
cuando no se es capaz de cambiar de registro ni de redactar un texto en un
examen y se utiliza también ese sistema de abreviación, sin tener en cuenta las
reglas ortográficas”, afirma Francisco Gallego, catedrático de Lengua y Literatura
de Educación Secundaria en Valladolid. Y añade: “La dificultad radica en la
escasa formación en lengua que existe actualmente. No hay un déficit solo para
redactar, también lo hay de comprensión”.
Y así, la escritura a mano se presenta como una de las vías
para corregir esos errores y aumentar la formación en lingüística. “Hay una
sintaxis muy simple en los jóvenes. Tienden siempre a estructuras y oraciones
yuxtapuestas y son incapaces de utilizar unas estructuras subordinadas con
concatenación de oraciones, uniendo unas ideas con otras. Esto es muy habitual
y refleja un pensamiento muy simple”, remata Gallego.
El informe Samsung Galaxy Note 4 sobre
hábitos de escritura en España ha preguntado a los jóvenes sobre “cuáles son
los principales beneficios de la escritura a mano”. Un 65 % contestó que si lo
hacía era por “no perder el conocimiento de las reglas de ortografía” y un 60
%, para “no perder en la calidad de la redacción”. La intención es clara: se
quiere escribir a mano, pero no se hace bien del todo.
Las redes sociales y su uso nos han convertido a todos en
pequeños escritores y editores de nuestra propia vida y de nuestras ideas. Este
lenguaje, muchas veces limitado por los propios caracteres y los teclados de
nuestros dispositivos, también ha llegado a afectar a la comunicación escrita
en el lenguaje académico. Laura Llanos y Milka Villayandre, del departamento de
Filología Hispánica y Clásica de la Universidad de León, llevaron a cabo un
estudio sobre las faltas de ortografía y de redacción en los trabajos
académicos de alumnos universitarios para el proyecto proyecto CORPES XXI de
la Real Academia Española.
Analizando los escritos a mano de los alumnos, llegaron a la
conclusión de que sus problemas de redacción se debían a la falta de revisión de los trabajos. “Era
la inmediatez lo que provocaba los errores, una rapidez que viene provocada por
el uso habitual que tienen de las redes sociales”, afirman. Es decir, la
espontaneidad y el uso constante de nuestras redes sociales impiden que se
revisen los textos con esmero, pese a conocer quizá las reglas ortográficas y
gramaticales. “Vimos que el uso que hacían de las redes sociales lo trasladaban
a sus escritos académicos, incluso usaban las mismas abreviaturas. Pero es todo
por falta de atención. Incluso una alumna repetía la misma palabra tres veces
en una frase, y era porque no lo había revisado, no porque desconociera otros
sinónimos para hacer más rico su texto”, comentan.
Pero el estudio, según sus creadores, también obtenía
aspectos positivos en las conclusiones. “Las redes sociales hacen que
escribamos más, todos somos editores en nuestras redes. Pero escribimos de una
manera más inmediata, no es un uso lingüístico muy reflexivo. Falta adecuación
lingüística, se escribe igual a un profesor que a un amigo, hay falta de
diferenciación de géneros discursivos”, aseguran. Ya no es una cuestión
únicamente formal; existe un problema de adecuación al entorno en el que se
escribe, según estos estudios.
Una reciente investigación de la Universidad de Alberta,
en Canadá, sobre la influencia de las nuevas tecnologías en las redes sociales,
confirmaba por su parte que los mensajes instantáneos no tenían consecuencias destacables
en la ortografía de los jóvenes. Los alumnos con buena ortografía en el aula
también la dejaban ver en las redes sociales. En el uso por sexos de las redes
sociales, los hombres tenían peor ortografía en las redes sociales y los chats
que las mujeres, más dadas a usar abreviaturas.
Para los expertos el asunto es “preocupante”. Así lo define
Ignacio Bosque, miembro de la Real Academia Española y catedrático honorario de
Lengua Española de la Universidad Complutense de Madrid. El profesor admite que
existe “un déficit muy grande en la capacidad de escribir en las universidades,
pero esto no es culpa de las nuevas tecnologías, es que se lee muy poco. Únicamente se escriben y se leen textos muy breves
por Internet”.
Esto provoca una falta de conocimiento del léxico y la
sintaxis muy grave. Un problema que hace 20 años no existía. “El lenguaje de
las redes sociales es algo circunstancial, no importan los errores de sintaxis,
pues es muy parecido al lenguaje oral. En el lenguaje de los móviles importa
poco la corrección gramatical, aquí lo importante es transmitir la idea. Pero
lo preocupante es verlo en un examen o en un trabajo universitario, donde te
encuentras incluso con abreviaturas que usan en sus mensajes de móvil”,
confirma Bosque.
Para Bosque existen varias soluciones, que pasan, sobre
todo, por escribir a mano: “Yo hice muchos dictados de joven, centenares, y
ahora apenas se hacen; los dictados son recursos didácticos que ayudan a
escribir mejor. Escribir a mano es cada vez más difícil, pero quien recibe una
nota manuscrita lo agradece sinceramente; es algo más habitual de poetas,
¡ojalá los textos fueran todos escritos a mano!”. Goya lo pintó en su cuadro La letra con sangre entra. Hoy sabemos
que con nuevas tecnologías el valor didáctico sería mucho mayor.
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