Sunday, June 30, 2013

YES, WE SCAN


La peripecia del agente Snowden reproduce el modelo de las novelas de espías de la guerra fría pero en el contexto narrativo del siglo XXI. Más que al otro lado del telón de acero hemos descubierto que vivimos tras la pared de cristal. Observados, controlados y seguidos por la autoridad, a través de los mismos instrumentos que nos hacen sentir liberados de las fronteras. Es curiosa la modificación de costumbres, la aceptación de lo impúdico, de la transgresión de nuestras barreras de protección. Hasta los famosos de hoy en día no se protegen ya de los paparazi, sino que les hacen la competencia, y cuelgan ellos mismos en la Red las fotos de sus vacaciones, el retrato de sus recién nacidos y su receta favorita del gazpacho.

Las justificaciones del Gobierno norteamericano, según la cual todo servicio de espionaje se dedica a espiar, ha sido un jarro de agua fría para las convenciones diplomáticas. En este punto es donde este asunto se hermana al caso Wikileaks. Ya sabemos que los servicios secretos tratan de hacerse con secretos ajenos, las influencias se logran con presiones y la mentira es una pata de cualquier relación ya sea con países amigos o con enemigos. Pero olvidan un detalle importante, que tiene que ver con la visión a través de los medios de nuestra propia existencia. Queremos creer en la legalidad, la transparencia y el respeto. Es un esfuerzo que hacemos, sí, puede que ingenuo, pero un esfuerzo moral que nos ayuda a sobrevivir sin comernos los unos a los otros.

La tierna edad de Snowden y su cortísima relación con las alcantarillas del espionaje americano delatan la improvisación, la mediocridad y la fragilidad de una organización que fracasa en sus presiones internacionales y sus estrategias globales. Sus aliados estamos expuestos no solo a la mentira sino a la torpeza, obligados a la fidelidad cuando nuestra posición debería ser una denuncia frontal de estos métodos. Que no dejara en ridículo nuestras denuncias a otros países por sus sistemas antidemocráticos y evitara crear mártires de la libertad exiliados en un limbo insultante como la Embajada de Ecuador en Londres o la sección de tránsitos del aeropuerto de Moscú. Es la vieja novela, pero mal escrita y mal interpretada. Otro paso atrás. David Trueba, El País, 3 de julio de 2013


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