Instituto de Idiomas, Universidad de Sevilla
He desarrollado mi carrera profesional enseñando inglés y español como segunda lengua. Mi experiencia me ha permitido identificar los vasos comunicantes (y muchas veces también contaminantes) entre ambas lenguas. Por ello, considero necesario divulgar estas interferencias, aunque no desde una posición purista, sino con el propósito de reivindicar un español bien usado y un inglés bien hablado. Esta reflexión filológica pretende ser un instrumento útil, entre otros, para educadores y enseñantes, periodistas de prensa, radio, televisión o internet, blogueros, redactores de libros de estilo, traductores simultáneos o de textos, publicistas, o emprendedores/as que se aprestan a nombrar su nueva empresa. En definitiva, va dirigida a quienes aspiran a hablar y escribir español con propiedad, y/o a aquellos hispanohablantes que aspiran a mejorar su dominio del latín de nuestro tiempo, sin interferencias.
1. Español en inglés. Si bien los hablantes de español somos capaces de adoptar palabras del inglés españolizándolas (gol, pádel, cúter, selfi) y de producir híbridos imaginativos (puenting, balconing), por regla general, somos poco respetuosos con nuestro propio idioma. A menudo se anuncia o denomina un producto o servicio en inglés (pero pronunciado en español) con el propósito de abrillantarlo, porque así los consumidores lo percibirán como más moderno o innovador, y, de paso, se reduce el sistema de fonemas de los hablantes, pues se fosilizan pronunciaciones erróneas muy difíciles de erradicar después. Denominar un producto en inglés parece otorgarle un cierto valor añadido a los oídos de los consumidores. El complejo de inferioridad funciona así: al no percibir el hablante la lengua materna como algo propio, como parte de su patrimonio, ni sabe ni puede usarla con propiedad. Quienes abusan de anglicismos parecen querer disimular su rudimentario nivel de inglés. Alex Grijelmo confirma que muchos anglicismos superfluos se usan por este complejo de inferioridad, al creer que mencionar algo por su nombre en inglés es más prestigioso, lo que, en su opinión, supone una derrota intelectual de la lengua española.
Ejemplo de uso incorrecto de la ortografía inglesa |
1. Español en inglés. Si bien los hablantes de español somos capaces de adoptar palabras del inglés españolizándolas (gol, pádel, cúter, selfi) y de producir híbridos imaginativos (puenting, balconing), por regla general, somos poco respetuosos con nuestro propio idioma. A menudo se anuncia o denomina un producto o servicio en inglés (pero pronunciado en español) con el propósito de abrillantarlo, porque así los consumidores lo percibirán como más moderno o innovador, y, de paso, se reduce el sistema de fonemas de los hablantes, pues se fosilizan pronunciaciones erróneas muy difíciles de erradicar después. Denominar un producto en inglés parece otorgarle un cierto valor añadido a los oídos de los consumidores. El complejo de inferioridad funciona así: al no percibir el hablante la lengua materna como algo propio, como parte de su patrimonio, ni sabe ni puede usarla con propiedad. Quienes abusan de anglicismos parecen querer disimular su rudimentario nivel de inglés. Alex Grijelmo confirma que muchos anglicismos superfluos se usan por este complejo de inferioridad, al creer que mencionar algo por su nombre en inglés es más prestigioso, lo que, en su opinión, supone una derrota intelectual de la lengua española.
El léxico se anglicaniza (SE REPARAN TABLES [Se reparan tabletas], un talent
[o concurso de talentos] en TVE, un torneo Pádel Promise [o de promesas del pádel], un kit de picoteo, la Málaga Education
Week, o el Sevilla Bike Center). De repente, resulta pedante pedir que no te desentrañen una
historia, y has de hacerte entender con un no me hagas espóiler, en un claro
ejemplo de empobrecimiento idiomático. En español no se capturan imágenes sino que se captan, ni se implementan medidas, sino que se implantan, ni hablamos de compilación de canciones sino de recopilación. Si el español ha sido capaz de generar el compuesto micromecenazgo para denominar el concepto de "crowdfunding", usémoslo pues.
Por otro lado, se adopta a veces la
sintaxis inglesa (Mineralia’s, Leyendo Lorca, NO VIOLENCIA MACHISTA [Violencia
machista NO], ¿Es usted un nomófobo? [¿Es usted nomófobo?]). A veces, llevada
al extremo para conseguir nuevos usuarios de un servicio: “Genial. Pide tu taxi
por la app. Mytaxi. La Taxi App,” con
el posesivo inglés pronunciado en español /mitaksi/, y la sintaxis inglesa (taxi app) en lugar de “la aplicación del
taxi”. Con todo, el español ha demostrado tener una cierta capacidad generativa
de nuevo léxico: rapero, grafitero, bloguero, ochentero, armarizado, conspiranoico, guglear, y
pronto diremos instagrameros y yutuberos, y se escribirán así, y sin cursiva.
¿Por qué no denominarlo también Centro de Bicicletas de Sevilla? |
El grupo hotelero español Nuevos Hoteles o Grupo NH, como se denominaba en un
principio, ha pasado a pronunciarse /ene ache ótels grup/, en el más puro
espanglish, al transformarse en una empresa global. En sus mensajes grabados,
la palabra hotels la pronuncian mal,
sin h y la hacen llana, pronunciando con mayor intensidad la primera sílaba,
cuando es aguda, tanto en inglés como en español, que la acentúan ambos prosódicamente
en la última sílaba. Esta es una de las palabras que más les cuesta pronunciar
a los estudiantes españoles de inglés, que cometen una y otra vez el mismo
doble error. Seguro que a ninguna cadena francesa de hoteles se le ocurriría
denominarse en inglés. Igualmente, la veterana empresa valenciana de muebles de
diseño Andreu, ha pasado a llamarse Andreu World
para competir en el mercado global. Todo por la pasta.
2. Inglés en
español. Si tenemos en cuenta que el inglés crece a un
ritmo de diez nuevos vocablos diarios, esto nos puede dar una idea de cuánto
debemos aplicarnos nosotros para hacer crecer también nuestra lengua y generar
nuevos términos adecuados para denominar las nuevas realidades. Sostiene Javier
Marías que Internet provoca pereza mental a la hora de usar la lengua con
propiedad, y que tendemos a usar el primer término que se nos ocurre, sin mayor
procesamiento ni discriminación léxica. Tal es el caso de bullying (cuya segunda sílaba algunos pronuncian como bullicio) o running (cuya primera sílaba otros
pronuncian como rulo). Siempre se ha dicho matonismo, y siempre se ha salido a
correr. Si ya nuestras abuelas decían ponible, nosotros no necesitamos decir wearable. Esta contaminación léxica se
da, además, porque en la sociedad digital el número de lectores disminuye
inexorablemente conforme aumenta el número de espectadores audiovisuales.
Por un lado, el calco literal de la sintaxis española provoca un
uso incorrecto de la inglesa. Se trata de errores de ida y vuelta. Ejemplo de
esta sintaxis españolizada es deducir que, porque se omita el artículo en español,
debe omitirse también en inglés: al escribir “en USA” en lugar de “en EEUU”,
algunos hablantes españoles de inglés acaban diciendo “in USA” en lugar de “in the USA”. Hay eslóganes erróneos por
doquier que calcan literalmente la sintaxis española: Everybody Should Be
Feminist (Everybody Should Be a Feminist),
BECAUSE I AM DEMOCRAT (Because I Am a
Democrat), BECAUSE IS MY RIGHT (Because
It Is My Right).
Un caso revelador de contaminación sintáctica espanglish es el
siguiente: en inglés parking y camping son gerundios, pero no sustantivos. Sin
embargo, ambos verbos se usan como sustantivos en español aunque no lo sean en
inglés. El error de ida y vuelta se produce cuando el usuario español los usa
como sustantivos en inglés, ignorando que esta lengua usa las expresiones car park/parking lot y campsite para referirse respectivamente
a aparcamiento o cámping, provocando un error constante: finding a *parking/camping [finding
a car park/ a campsite].
Por otro lado, la pronunciación españolizada de palabras inglesas
hace que algunos hablantes utilicen fonemas ajenos al inglés al utilizar esta
lengua, que, a la hora de aprender a hablarla, son muy difíciles de corregir (celebrity, city, walker). Se tiende a
pronunciar el inglés en español debido al reducido abanico fonético del
castellano, circunstancia agravada por no subtitular las ficciones fílmicas, ni
las declaraciones orales en los noticieros, pues el locutor traduce simultáneamente
impidiendo escuchar el audio original. Durante años los españoles se perdieron
la oportunidad de disfrutar de la brillante oratoria de los Obama. Javier Marías
tilda de pedantes a quienes “abrazan con papanatismo cualquier término inglés
como si fuera una novedad absoluta, y como si antes de que ellos descubrieran
el vocablo en esa lengua, lo denominado por él jamás hubiera existido en ningún
sitio. La mitad de las veces estos inglesajos están mal utilizados (o
pronunciados)”.
Los publicistas españoles, los periodistas deportivos, los
traductores de manuales de instrucciones o los divulgadores de modas estéticas,
estos últimos personas harto influyentes (ven cómo no hay por qué designarlas
en inglés) prestan un flaco servicio al idioma y nos lo ponen difícil a los
profesores de inglés, ya que en dichos ámbitos se abusa de términos prestados.
Alex Grijelmo abunda en esta idea al señalar que “a los periodistas y a los
empresarios [españoles] de hoy les gusta más el gregarismo de repetir una fórmula
en inglés [el anglicismo] que el vanguardismo de inventar un término en español
que se comprenda a la primera. Dejemos en manos de los psicólogos la tarea de
estudiar si eso tendrá algo que ver con la falta de personalidad, con una
actitud conformista a favor de la corriente o con el miedo a imaginar, a crear,
a rebelarse”.
Lo correcto sería NO AL CONTRABANDO, o CONTRABANDO NO. |
En resumen, leer poco equivale a desconocer la riqueza léxica del
español, y a ser proclive a usar términos del inglés por la pereza para crear
nuevos vocablos en español. Sin embargo, se hace más país usando la lengua como
es debido que colgando banderas de los balcones. Por la misma razón, introducir
españoladas cuando nos expresamos en inglés denota una pobreza idiomática que
debemos evitar como hablantes en la sociedad global. cmg2018
PD: Anexo en construcción: Español en español
PD: Anexo en construcción: Español en español
21 comments:
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Si el nivel de inglés en España es tan bajo en relación con el resto de países europeos, y teniendo cada una de estas palabras su traducción al español, ¿a qué viene usar todo lo anterior, y encima cada día más? ¿Para jactarse y presumir? ¿Presumir de qué? Quizá sea para disimular el complejo de inferioridad que muchos tienen ante el inglés, como denunciaba hace poco el director de la RAE.
Crowdfunding, crowdlending, coworking, business angels... son nuevos modos de organización empresarial en la era del big data. Anglicismos de gran sonoridad y postureo, pero que, en esencia, se refieren a la trilogía, eso sí, menos cool, de inversión-producto-mercado. En la era del homo tecnologicus, de los youtubers, de la comida desestructurada y en tres dimensiones, de los millones de amigos —irreales— que uno dice tener en las redes-telarañas sociales, del culto desaforado a la imagen y el sursum corda; en definitiva, en la era del yoísmo radical y ultramontano, donde decir cooperativa es menos chic que su sinónimo anglosajón 3.0 coworking y donde decir telepredicador es menos fashion que influencer. Si no te marcas un palabro tecno no eres nadie. Pero usted y yo sabemos que el aforismo de cambiar todo para que nada cambie sigue ahí, vivito y coleando; porque, una emulsión de líquido primigenio con pomme de terre y sales del Fuji sigue siendo una tortilla de patatas poco hecha, y riquísima.
Una amiga británica me contó un día la siguiente anécdota. Iba ella paseando por un parque, cuando vio a un niño de 3 ó 4 años encaramarse a la verja de un parque. El pequeño, orgullosos de su logro, le gritó a su madre: “¡Mira, mamá! ¡Soy Spiderman!” Mi amiga, que es profesora de inglés, se maravilló del buen acento con el que el chaval había conseguido pronunciar Spiderman, y pensó que en la guarderíaa le habrían enseñado a pronunciar los difíciles fonemas que, para un hispanohablante no entrenado, contiene dicha palabra. Pero, a renglón seguido, escuchó a la madre espetarle lo siguiente: “No, hijo, aquí se dice ehpíderma!” Mi amiga se quedó pasmada, y a punto estuvo de explicarle el dislate a la mujer, pero optó por proseguir su camino. Suele contárselo a sus propios alumnos como ejemplo a no seguir. El cerebro de un niño o de una niña está perfectamente preparado para absorber y replicar fonemas nativos o extranjeros.
Genial tu ensayo! Lo asignaré en mi asignatura de Introducción a los Estudios Hispánicos (mitad angloparlantes, mitad nativos) a ver qué opinan....
Absolutamente de acuerdo. Y apuntas a dos circunstancias que yo también considero como desencadenantes del mal uso del idioma. La primera, por supuesto, es la falta de lectura, un pobre vocabulario y un escaso manejo del idioma provocan que se "rellenen" las faltas con lo primero que se tiene a mano. La segunda es el esnobismo del lenguaje de la comunicación, que es, precisamente, lo que está "a mano": uno no es nadie en este mundo si no salpica su discurso con un par de términos en inglés, vengan o no vengan al caso. Triste
Gran trabajo, estoy muy de acuerdo. Los que usamos a diario el Inglés-Español en nuestro trabajo debemos poner ese granito de arena para que nuestra lengua siga siendo respetada y usada correctamente, y por supuesto en la vida diaria. Un saludo!
He leído con disfrute tu artículo, y la verdad es que parece muy bueno. Estoy completamente de acuerdo contigo, pues ese atajo de anglicismos lo único que hace es empobrecer la lengua española y atascar nuestro aprendizaje del inglés.
Interesting read...
El artículo es real como la vida misma. Quizá me gustan menos las opiniones que rayan en el insulto, porque me identifico con meter la pata más de una vez con los anglicismos fuera de sitio. Sobre todo en asignaturas como sistemas de información, donde la mayoría de los términos están en inglés y muchas veces la inercia hace no pararme a buscar la palabra en español. Por lo demás, real como la vida misma y a todos nos vienen bien los tirones de orejas y pararnos pensar y a hacernos un poco mejores.
A well-argued article, with really good examples.
Here's one from the other side, as it were: in England now you simply can't escape from 'baristas' (accent on the 'i'). It's an Italian word that has become 'super-fashion'(!); nobody's a mere barman or barwoman anymore – SO pretentious!
Tu artículo, en mi modesta opinión, está muy bien escrito y mejor pensado. Lo comparto con algunos compañeros a los que les puede interesar para sus clases.
Debo reconocerte que he disfrutado con el artículo enormemente. Por una parte has ratificado, con argumentos más profesionales que los míos, una queja que yo llevo haciendo muchos años. Y es el uso de vocablos ingleses para hacer que las cosas parezcan cosas que no son. Mis compañeros me han aguantado muchas veces mis lamentos. Y por otra he aprendido la problemática del inglés de ida y vuelta, como lo has nombrado. Y efectivamente, yo pronunciaba mal "hotel"...
El artículo que has escrito me ha encantado. Alguna vez he estado charlando con amigos míos sobre cómo usamos algunas palabras inglesas hablando en español, muchas veces pronunciando algunas sílabas bien y otras no, y sobre lo incoherente que resulta. O sobre esa manía de poner frases en inglés en las redes sociales, como si eso le aportara caché. Creo que poco a poco, se hará evidente que dependemos demasiado de palabras inglesas adoptadas, aunque para la mayoría aún es un cambio subliminal. Por eso tu artículo me parece de lo más acertado, porque, cuando no se es consciente de cuánto y cómo se produce esa interferencia, es mucho más difícil luchar contra ella.
Compartiré el artículo entre mis conocidos, ya que sin duda da que pensar.
Lo has redactado de una forma tan clara y amena que es realmente un disfrute leerlo.
Me he leído tu artículo, y me ha parecido muy interesante. Con respecto a lo del español en inglés, nada nuevo. Hay gente que incorpora a su lenguaje palabras inglesas sin que exista la necesidad (ya que, como indicas, el castellano cuenta con palabras para hablar de lo que necesitamos, y si no existe dicha palabra, pues la creamos y ya está) para darle glamour (¿espera, esta palabra era española o inglesa?) a un posible producto o simplemente por el complejo de inferioridad del que hablas. Lo del inglés en español, eso es otro asunto... Me avergüenzo de admitir que cometo muchos de los errores que has indicado en tu artículo, y de algunos de ellos ni siquiera tenía constancia hasta el día de hoy, jajaja. Pero bueno, para eso estás tú y están las clases de inglés, para aprender y no volver a cometerlos.
Artículo relacionado sobre cómo han invadido la oficina los anglicismos. Entre 2003 y 2015, las firmas que usaron el inglés en sus anuncios se multiplicaron por diez, según la RAE: https://cincodias.elpais.com/cincodias/2019/08/12/fortunas/1565632876_862901.html
El creciente anglocentrismo que padecemos sirve para que gentes acomplejadas que parecen no tener complejos den nombre en inglés a muchas realidades que ya se designaban en español, desde el spoiler al call center.
En su columna "La ortografía como imagen de empresa," Alex Grijelmo señala que "algunas compañías gastan millones en cuidar su imagen corporativa, pero da la sensación de que les importa poco la idea que nos formamos acerca de ellas cuando nos escriben [con mala ortografía]."
En España tenemos aún muchas asignaturas pendientes: la del respeto y el amor por nuestra lengua, y la de la memoria histórica para la superación del pasado.
Qué interesante, Carlos, cómo te lo curras!
Lo de Rustik... Mejor no empezar con la industria publicitaria, porque persiguen precisamente eso: romper las reglas para atraer la atención. Es poner puertas al mar. Por mucho sarpullido que produzcan, están y estarán siempre ahí los neologismos publicitarios. Y los de la gente, lista o tonta, culta o inculta, que dicen "hacer un spoiler", "darle un like", "banner" etc, etc, etc...
En la Gran Vía de Madrid, la calle más emblemática de la capital española, 121 de sus 185 comercios tienen nombres ingleses o usan mensajes en ese idioma sin traducirlo, como si fuera otra lengua autóctona. En dicha calle, el 65% de los comercios relega el español.
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