¿Quién es el valiente que se pone delante de una clase repleta y
convence a sus alumnos de que tener unos estudios es importante, cuando
está claro que vale mucho más el carné del partido que una licenciatura
universitaria?
¿Cuándo empezamos mis compañeros y yo a vivir por encima de nuestras
posibilidades, con un sueldo continuamente mermado y la necesidad de
vivir cada vez peor para que un eurodiputado pueda viajar ocho veces al
mes en clase preferente?
¿Dónde está ese sitio donde reparten sobres para que pueda pillar uno
y comprar algo para la biblioteca, que por segundo año consecutivo
tiene presupuesto cero?
¿Por qué un tipo como Carromero, de 27 años y con la carrera sin
acabar, cobra casi 3.000 euros y yo, que soy licenciado y llevo un
montón de años cotizando, me llevo al bolsillo poco más de 2.000?
¿Cómo es posible que la gente proteste cuando le traen un filete frío
en un restaurante y no esté permanentemente en la calle pidiendo el
exilio para todo ese hatajo de personas?
Voy a empezar a dejarme de zarandajas y a contar la verdad en clase:
no estudiéis, haced amigos (a ser posible, cerca de Génova o Ferraz). No
preparéis los exámenes, tomad anabolizantes y aumentad vuestras
glándulas mamarias. No eduquéis vuestra mente, inventad romances con
famosas o dejaos preñar por futbolistas o toreros.
Un país que abandona la educación, la investigación, la cultura, el
arte y la transmisión del conocimiento. Una nación que deja de lado a
los más débiles y protege a los poderosos y los corruptos. Un lugar en
el que se torturan animales con lanzas mientras se cierran escuelas de
música, bibliotecas y centros culturales. Este es el sitio en el que vivo. Un lodazal de inmundicia que cada día crece un poco más.— Juan José Jiménez Blázquez, profesor de secundaria y 26 profesores más, Madrid. El País, 21 de febrero de 2013
1 comment:
No puedo estar más de acuerdo con JJ en la primera parte de su escrito, ya que siento la misma rabia que él cuando veo que esta sociedad favorece y premia personajes y actitudes de éxito fácil y efímero; y sin que le importen las formas de conseguirlo, premia solo los resultados. ¡Estoy muy harta, igual que él, de educar a mi hijo a base de principios morales, contra la corriente que le bombardea diariamente desde internet, TV, radio, juegos... e incluso compañeros! ¡¡¡Es agotador!!!
Pero no puedo discrepar más del resultado al que nos llevan las indignaciones. Yo no puedo claudicar, sería como dar la razón a los que combato diariamente. Muy al contrario, creo que debemos reafirmarnos en nuestras posturas e intentar contagiar nuestros valores para conseguir pequeños cambios en nuestro entorno. No me gusta el fatalismo que termina en la rendición, creo mejor receta asumir la realidad e intentar modificarla hacia lo que me parece lo mejor para todos. Inés
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