Monday, January 29, 2018

Wednesday, January 24, 2018

Screen-addicted teens are unhappy

Happiness is not a warm phone, according to a new study exploring the link between adolescent life satisfaction and screen time. Teens whose eyes are habitually glued to their smartphones are markedly unhappier, said study lead author and San Diego State University professor of psychology Jean M. Twenge.

The survey asked students questions about how often they spent time on their phones, tablets and computers, as well as questions about their in-the-flesh social interactions and their overall happiness.
On average, they found that teens who spent more time in front of screen devices -- playing computer games, using social media, texting and video chatting -- were less happy than those who invested more time in non-screen activities like sports, reading newspapers and magazines, and face-to-face social interaction.
Twenge believes this screen time is driving unhappiness rather than the other way around.
"Although this study can't show causation, several other studies have shown that more social media use leads to unhappiness, but unhappiness does not lead to more social media use," said Twenge, author of "iGen: Why Today's Super-Connected Kids Are Growing Up Less Rebellious, More Tolerant, Less Happy -- And Completely Unprepared for Adulthood."
Total screen abstinence doesn't lead to happiness either, Twenge found. The happiest teens used digital media a little less than an hour per day. But after a daily hour of screen time, unhappiness rises steadily along with increasing screen time, the researchers report today in the journal Emotion.
"The key to digital media use and happiness is limited use," Twenge said. "Aim to spend no more than two hours a day on digital media, and try to increase the amount of time you spend seeing friends face-to-face and exercising -- two activities reliably linked to greater happiness."
Looking at historical trends from the same age groups since the 1990s, the researchers found that the proliferation of screen devices over time coincided with a general drop-off in reported happiness in U.S. teens. Specifically, young people's life satisfaction, self-esteem and happiness plummeted after 2012. That's the year that the percentage of Americans who owned a smartphone rose above 50 percent, Twenge noted.
"By far the largest change in teens' lives between 2012 and 2016 was the increase in the amount of time they spent on digital media, and the subsequent decline in in-person social activities and sleep," she said. "The advent of the smartphone is the most plausible explanation for the sudden decrease in teens' psychological well-being."

Friday, January 19, 2018

Global population growth, box by box


The world's population will grow to 9 billion over the next 50 years -- and only by raising the living standards of the poorest can we check population growth. This is the paradoxical answer that Hans Rosling unveils at TED@Cannes using colorful new data display technology (you'll see).

Friday, January 05, 2018

Percebes o lechugas o taburetes

Por JAVIER MARÍAS
El titular no podía ser más triste para quienes pasamos ratos magníficos en esos establecimientos: “Cada día cierran dos librerías en España”. El reportaje de Winston Manrique incrementaba la desolación: en 2014 se abrieron 226, pero se cerraron 912, sobre todo de pequeño y mediano tamaño. Las ventas han descendido un 18% en tres años, pasándose de una facturación global de 870 millones a una de 707. La primera reacción, optimista por necesidad, es pensar que bueno, que quizá la gente compra los libros en las grandes superficies, o en formato electrónico, aunque aquí ya sabemos que los españoles son adictos a la piratería, es decir, al robo. Nadie que piratee contenidos culturales debería tener derecho a indignarse ni escandalizarse por el latrocinio a gran escala de políticos y empresarios. “¡Chorizos de mierda!”, exclaman muchos individuos al leer o ver las noticias, mientras con un dedo hacen clic para choricear su serie favorita, o una película, o una canción, o una novela. “Quiero leerla sin pagar un céntimo”, se dicen. O a veces ni eso: “Quiero tenerla, aunque no vaya a leerla; quiero tenerla sin soltar una perra: la cultura debería ser gratis”.
Pero el reportaje recordaba otro dato: el 55% no lee nunca o sólo a veces. Y un buen porcentaje de esa gente no buscaba pretextos (“Me falta tiempo”), sino que admitía con desparpajo: “No me gusta o no me interesa”. Alguien a quien no le gusta o no le interesa leer es alguien, por fuerza, a quien le trae sin cuidado saber por qué está en el mundo y por qué diablos hay mundo; por qué hay algo en vez de nada, que sería lo más lógico y sencillo; qué ha pasado en la tierra antes de que él llegara y qué puede pasar tras su desaparición; cómo es que él ha nacido mientras tantos otros no lo hicieron o se malograron antes de poder leer nada; por qué, si vive, ha de morir algún día; qué han creído los hombres que puede haber tras la muerte, si es que hay algo; cómo se formó el universo y por qué la raza humana ha perdurado pese a las guerras, hambrunas y plagas; por qué pensamos, por qué sentimos y somos capaces de analizar y describir esos sentimientos, en vez de limitarnos a experimentarlos.
A ese individuo no le provoca la menor curiosidad que exista el lenguaje y haya alcanzado una precisión y una sutileza tan extraordinarias como para poder nombrarlo todo, desde la pieza más minúscula de un instrumento hasta el más volátil estado de ánimo; tampoco que haya innumerables lenguas en lugar de una sola, común a todos, como sería también lo más lógico y sencillo; no le importa en absoluto la historia, es decir, por qué las cosas y los países son como son y no de otro modo; ni la ciencia, ni los descubrimientos, ni las exploraciones y la infinita variedad del planeta; no le interesa la geografía, ni siquiera saber dónde está cada continente; si es creyente, le trae al fresco enterarse de por qué cree en el dios en que cree, o por qué obedece determinadas leyes y mandamientos, y no otros distintos. Es un primitivo en todos los sentidos de la palabra: acepta estar en el mundo que le ha tocado en suerte como un animal –tipo gallina–, y pasar por la tierra como un leño, sin intentar comprender nada de nada. Come, juega y folla si puede, más o menos es todo.
Tal vez haya hoy muchas personas que crean que cualquier cosa la averiguarán en Internet, que ahí están los datos. Pero “ahí” están equivocados a menudo, y además sólo suele haber eso, datos someros y superficiales. Es en los libros donde los misterios se cuentan, se muestran, se explican en la medida de lo posible, donde uno los ve desarrollarse e iluminarse, se trate de un hallazgo científico, del curso de una batalla o de las especulaciones de las mentes más sabias. Es en ellos donde uno encuentra la prosa y el verso más elevados y perfeccionados, son ellos los que ayudan a comprender, o a vislumbrar lo incomprensible. Son los que permiten vivir lo que está sepultado por siglos, como La caída de Constantinopla 1453 del historiador Steven Runciman, que nos hace seguir con apasionamiento y zozobra unos hechos cuyo final ya conocemos y que además no nos conciernen. Y son los que nos dan a conocer no sólo lo que ha sucedido, sino también lo que no, que con frecuencia se nos aparece como más vívido y verdadero que lo acaecido. Al que no le gusta o interesa leer jamás le llegará la emoción de enfrascarse en El Conde de Montecristo o en Historia de dos ciudades, por mencionar dos obras que no serán las mejores, pero se cuentan entre las más absorbentes desde hace más de siglo y medio. Tampoco sabrá qué pensaron y dijeron Montaigne y Shakespeare, Platón y Proust, Eliot, Rilke y tantos otros. No sentirá ninguna curiosidad por tantos acontecimientos que la provocan en cuanto uno se entera de ellos, como los relatados por Simon Leys en Los náufragos del “Batavia”, allá en el lejanísimo 1629. De hecho ignora que casi todo resulta interesante y aun hipnotizante, cuando se sumerge uno en las páginas afortunadas. Es sorprendente –y también muy deprimente– que un 55% de nuestros compatriotas estén dispuestos a pasar por la vida como si fueran percebes; o quizá ni eso: una lechuga; o ni siquiera: un taburete. (EPS, 27.03.15)

Thursday, January 04, 2018

Norman Foster's Common Futures

The exhibition titled “Norman Foster. Common futures” seeks to popularize the architect’s work and his vision of the future among a wide audience while revealing his sources of inspiration. The exhibition focuses on the continuities in Foster’s work and confirms how the future and the past can inspire the present.

Since his early works more than half a century ago, Norman Foster’s architecture has sought to employ technical expertise to anticipate the future and to overcome physical and social barriers. Inspired by both historical constructions and scientific progress, his projects reconcile tradition and modernity, urban intelligence and transformative capacity, aesthetic excellence and technological innovation.
On the occasion of the public presentation of his foundation in Madrid, the Norman Foster Foundation, this exhibition – curated by Luis Fernández-Galiano, Senior Professor of Projects at the School of Architecture of the Polytechnic University of Madrid (ETSAM) and Director of Arquitectura Viva – documents twelve recent projects that enter into dialogue with similar proposals from previous decades to underline the continuity of his concerns and to bring to light the variety of his interests.
From involvement in heritage buildings to projects for living spaces on the Moon, Foster’s work recovers the memory of the past and anticipates the needs of the future while remaining firmly anchored among the demands and urgencies of the present. All of Foster’s proposals for new work and culture spaces, care for cancer patients, populations lacking infrastructures, sustainable urban development and raised paths for cyclists, stimulate the endeavour to make our cities more liveable. All with the dominant themes of social awareness, openness to change and innovation.
Thus, this Norman Foster exhibition in Spain is held under the auspices of Fundación Telefónica at Espacio Fundación Telefónica, a building which was a paradigm of innovation in its day, the first skyscraper to be built in Spain, whose impressive structure is highlighted by the montage of the display. It is also appropriate for its central area to be occupied by a set of flying machines – from a glider to a space capsule – which are, in turn, an inspiration for these lightweight architectures and a symbol of a fast-paced world undergoing constant change.
In addition, in the twelve sections of the exhibition, we can run through Foster’s ideas on different topics of social interest, following an itinerary which begins with a reflection on the past and ends with the future, taking in culture, work, well-being and sustainability. Each section presents a recent project together with another from his initial period, demonstrating the continuity of these features in his architecture, constantly focused on the prefiguration of a common future.
The future of the past and heritage is illustrated by relating his painstaking extension of the legendary Château Margaux wineries to his first drawings of vernacular architecture when he was still a student, and comparing his current project for the expansion of the Prado Museum with the Carré d’Art, which he completed a quarter of a century ago in Nîmes. As for the futures of the architectural form and function, they link the modern offices of the Bloomberg company in London to the ones he built for Willis Faber & Dumas forty years ago, and the new Government House in Buenos Aires to the reformist Sainsbury Centre which, in its day, transformed the perception of art spaces.
Both the future of work and the future of well-being give rise to the parallel display of the iconic headquarters built for Apple in California and the pioneering project for Olsen in the London docklands, together with the welcoming Maggie’s Centre for cancer patients and the Hackney School for children requiring special care. For Foster, the desire to meet contemporary needs is combined with technical refinement, and the futures of both construction and technology are explored by linking the titanic project for Mexico’s airport with the Climatroffice – the visionary proposal he made with Buckminster Fuller – and the sustainable Droneport with the geodesic elementality of its autonomous house.
The city and the territory require us to rethink the future of mobility and sustainability, a task demonstrated here by relating the stimulating urban SkyCycle project and the popular Bilbao Metro, as well as the carbon-neutral city of Masdar and the pioneering ecological territorial plan for La Gomera. Finally, the future of the networks crossing the planet, and even the expansion of humanity beyond it, give rise to the dual display of the colossal Thames Hub project and the Collserola Tower in Barcelona, and the lunar base for the European Space Agency, built with robots and 3D technology, and the first project by the architect, a tiny shelter in the shape of an aircraft cabin, the Cockpit.

The exhibition titled “Norman Foster. Common futures” can be visited on the third floor of Espacio Fundación Telefónica (Fuencarral 3, Madrid) from 6 October 2017 to 4 February 2018.

Monday, January 01, 2018

UNC Map Video


Missing UNC, my American alma mater. 😔 Carolina in my mind!💙